¿Sepultar el CO2 en el fondo marino podría ser una solución para su exceso en el mar y en la atmósfera? (Foto: G. McMurtry, OAR / NURP; Univ. Hawái - Manoa)
La acidificación de los océanos es un resultado de la mayor absorción de CO2 atmosférico por el agua de mar, lo cual hace que ésta se vuelva más ácida.
Los autores del informe se han hecho eco de una investigación realizada por David Keith, de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, y anteriormente en la Universidad de Calgary, Canadá, que sugiere que se podría añadir carbonato de magnesio y otros minerales al océano para reducir la acidez y atrapar el CO2 atmosférico absorbido en el agua de mar.
Aunque el potencial del mar para atrapar CO2 es grande, los científicos del GCEP se muestran reacios a aprobar proyectos como éste, pues consideran que los riesgos asociados para el medio marino son altos y deben ser evaluados con el suficiente rigor. Sólo con garantías absolutas de éxito se podría dar luz verde a un proyecto de esta clase.
David Keith, que ya destacó en Canadá como uno de los principales expertos en la captura y almacenamiento de carbono, cuenta con numerosas ideas sobre cómo almacenar CO2 en el fondo del mar. Su concepto para almacenar CO2, presentado por vez primera varios años atrás, se basa en un modelo de bolsa inflable gigantesca, en forma de salchicha, que sería capaz de guardar 160 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo cual es el equivalente a 2,2 días de las emisiones globales actuales. Ese colosal recipiente, de unos 100 metros de radio y varios kilómetros de largo, descansaría en el lecho marino a más de 3 kilómetros por debajo de la superficie del océano.
Para que el CO2 pudiera ser almacenado en esas bolsas, debería ser capturado en las fuentes industriales y energéticas específicas, ser comprimido hasta su estado líquido, y enviársele a través de extensas tuberías que llegasen más allá de las plataformas continentales oceánicas. Cuando el CO2 líquido se bombea al océano profundo, la intensa presión y las temperaturas frías hacen que pierda flotabilidad y se hunda. Esto significa que el CO2 tiende a fluir hacia abajo en lugar de subir a la biosfera. Sin embargo, el uso de un contenedor es necesario porque el CO2 almacenado tendería a disolverse en el mar, lo cual tendría efectos adversos para los ecosistemas marinos. El coste de los contenedores, según Keith, seria mínimo si se recurre al modelo descrito de bolsa. Keith y sus colegas calculan que las bolsas pueden fabricarse con polímeros existentes por unos pocos centavos la tonelada de carbono.
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