Algunos científicos son personas con poderes tan extraños que para sí los quisieran los más esforzados héroes que pueda crear nuestra imaginación ¿Cómo si no se puede entender que una persona equipada con lápiz, papel y unas pocas ecuaciones, incomprensibles para la mayoría de los mortales, sea capaz de ver los más íntimos secretos de la vida de las estrellas o de la formación del Universo? Antonio Claret, astrofísico teórico e investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), es uno de esos pocos elegidos. A pesar de vivir la mayor parte del tiempo, limitado por una enfermedad que le impide hacer una vida normal, Antonio es un viajero audaz que acostumbra a recorrer la galaxia observando millones de estrellas que nacen, viven y mueren mostrándole sus secretos más escondidos.
Cuando Antonio Claret estudia las fotografías tomadas con los más sofisticados telescopios, su mente, entrenada en las artes que proporcionan las matemáticas, ve mucho más lejos que ningún instrumento de observación. Con las ecuaciones sobre el papel y los cálculos de su ordenador como nave de exploración, Antonio puede visitar cualquiera de los puntos lejanos de luz que muestran las imágenes y visualizarlo como lo haría un explorador intrépido situado en el lugar. Consciente de que cada punto del firmamento es el tenue mensaje luminoso enviado por alguna lejana estrella, el investigador utiliza la luz para acercarse a ella y observa su enorme esfera incandescente y el corazón nuclear que late en su interior. Allí comprueba cómo, a partir del hidrógeno, en la fragua estelar se forjan los más variados átomos, unos átomos que luego formarán otros mundos donde, si las condiciones son adecuadas, se asociarán para crear estructuras exquisitamente ordenadas como las que ahora forman nuestros cerebros.
Antonio Claret maneja los acontecimientos a voluntad. Plantea las condiciones de partida a las ecuaciones ideadas por Einstein y muchos otros sabios y busca las soluciones que le muestran cómo es el Universo, aunque ni siquiera con los más sofisticados adelantos técnicos podamos verlo. Con esos mimbres, con la imaginación que la Naturaleza le regaló y con el trabajo incansable del que sabe que sin esfuerzo no hay recompensa, Antonio ha aprendido a estirar el tiempo hasta tal punto que, bajo sus cálculos mágicos, la ínfima parte de un segundo se convierte en millones de años o los millones de años se comprimen en fracciones de segundo. Todo eso sucede en el corto espacio de tiempo que su cerebro, formado en Brasil, tarda en encontrar la palabra castellana adecuada para describir su visión.
No existen límites, ni en el espacio ni en el tiempo, para Antonio. Es un poder de valor incalculable para una persona que, debido a su enfermedad, no puede hacer una vida normal sin la compañía atenta de Rosana, su esposa, o de su hija Bárbara. Pero ésas son limitaciones del cuerpo, su mente, en cambio, es libre, capaz de viajar entre planetas, estrellas y galaxias observando una variedad enorme de pobladores cósmicos que le cuentan su vida a través de las ecuaciones. Cuando sus ojos se fijan en una estrella enana blanca, su cerebro retrocede sin dificultad miles de millones de años atrás, hasta su nacimiento, cuando no era más que una nebulosa de gas y polvo que comenzaba a condensarse forzada por la gravedad. A partir de ese instante inicial, el tiempo se acelera y el científico observa cómo la gravedad comprime la materia en el interior de la nube hasta que se enciende el horno nuclear. No contento con ser testigo de la inmensidad inobservable, desciende hasta lo diminuto para ver como se fusionan los invisibles núcleos de hidrógeno generando el llanto de energía y luz que indica el nacimiento de la estrella.
Esa habilidad, compartida con muchos otros astrofísicos que, como él, viajan por los más escondidos lugares del Cosmos, es la que permite que usted y yo volemos hoy hasta los más recónditos lugares del Universo, guiados por tan experimentado explorador. Es un viaje fascinante que tendrá dos escalas obligadas. En esta primera parte, juntos podremos conocer la vida de las enanas blancas y de los agujeros negros. Servirá para que, en el próximo programa, podamos comprender uno de los descubrimientos más recientes de Antonio Claret en sus investigaciones y que él mismo presenta con una pregunta: ¿Fósiles en las estrellas de neutrones?
Fuentes: Antonio Claret dos Santos, Astrofísico teórico del Instituto de Astrofísica de Andalucía del CSIC en Granada.
Viaje entre enanas blancas y estrellas de neutrones
Investigación
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