Júpiter es el más conocido de la planetas gigantes. Su composición, cuatro quintos de hidrógeno y un quinto de helio, es prácticamente la misma que la de las nebulosas que se conocen en la Vía Láctea y que son los semilleros de nuevas estrellas. Tiene un masa superior a dos veces la suma de todos los demás planteas y sus satélites juntos.
Su órbita alrededor del Sol dura 12 años y lleva con él al menos 61 satélites, formando como un pequeño sistema solar en miniatura. Gira sobre si mismo con un periodo de 10 horas, es el día más corto de todos los planetas. El ecuador de Júpiter se desplaza a gran velocidad, lo que unido al carácter fluido del planeta, hace que presente un achatamiento por los polos, visible fácilmente con telescopios sencillos: su diámetro polar es un 7% menor que el ecuatorial.
En el interior de Júpiter hay un núcleo rocoso y sólido, con una masa alrededor de 10 veces la de la Tierra. Al núcleo le rodea un capa de hidrógeno metálico líquido (una zona que alcanza los 10.000 grados centígrados y una presión tres millones de veces la de la superficie de la Tierra); por encima hay otra capa de hidrógeno molecular líquido; y todo ello está cubierto por una atmósfera de amoniaco e hidrosulfuro amónico.
Son características las bandas multicolores de su atmósfera: grandes nubes comprimidas en la zona del ecuador por la fuerza de la rápida rotación del planeta, lo que impide que haya flujo norte-sur. De igual modo son características la manchas rojas, objetos ovalados del tamaño de uno de nuestros continentes, encajados entre las bandas, que son en realidad grandes tormentas espirales. La Gran Mancha Roja, es la mayor de esas tormentas y ya era visible en los dibujos hechos en 1664.
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