Cada mujer y hombre que pisa los centros de entrenamiento de las agencias espaciales; cada persona que tiene a bien subirse alguna vez en una nave espacial; cada uno de los seres humanos que se atreve a desafiar las leyes de la física para tocar el espacio, es un héroe (o heroína). 
Hace 29 años, estos siete héroes perdieron la vida en un horrible accidente. Pero su ejemplo ha de ir mucho más allá de la desgracia. El accidente del Challenger y las comisiones posteriores permitieron una mejora sustancial en la carrera espacial. Su sacrificio salvará la vida de muchos otros seres humanos en la búsqueda de las estrellas.
 
El accidente del Challenger

Todavía hoy día, a pesar de los informes, las investigaciones y las noches sin dormir, muchos se preguntan. ¿Cómo pudo ocurrir? Ciertamente, el accidente del Challenger cambió a la NASA por completo. 
Volviendo a lo ocurrido, en la mañana del 28 de enero de 1986, poco después del lanzamiento del cohete se detectó una anomalía en forma de nube oscura, producida por el escape de varios gases durante el proceso conocido como extrusión, debido a la sobrepresión de la ignición. Aunque la explicación no es ni mucho menos sencilla, esto es, grosso modo, lo que ocurrió. 
El proceso era conocido y podía corregirse gracias a la deformación de una pequeña pieza, la junta tórica, de plástico, la cual por el calor sellaba el escape. Los informes posteriores explican cómo el frío endureció dicha junta, la cual no pudo sellar el escape. 
Esta sería la principal razón que provocó la amalgama de sucesos que llevaron al cohete a desintegrarse.