NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Carnegie Institution of Washington
La misión finaliza porque se han consumido las reservas de combustible
La NASA pone fin a una odisea que ha durado casi 10 años y que ha permitido encontrar indicios de agua helada y materia orgánica en los polos del planeta más cercano al Sol
Si no hay ningún imprevisto, la nave Messenger de la NASA se estrellará cerca de las 21:26 (CEST) de esta noche en la cuenca de Shakespeare de Mercurio, el planeta más próximo al Sol, y por lo tanto el más castigado por el calor y la radiación de la gigantesca estrella. En un último intento de ajustar el momento del impacto, los controladores utilizaron este martes los cuatro propulsores de la sonda para gastar las últimas reservas de helio cuando la nave apenas estaba a 5,3 kilómetros de altura.
Con esta colisión la NASA tiene previsto poner punto final a la misión Messenger («MErcury Surface, Space ENvironment, GEochemistry, and Ranging») que, desde marzo de 2011, ha estado orbitando al «achicharrado» planeta para obtener análisis de su composición y mapas muy detallados. Y lo ha hecho durante más tiempo del previsto, gracias al ingenio de los técnicos, y permitiendo realizar unos hallazgos muy sorprendentes. Los principales salieron a la luz en 2012, después de que la sonda encontrara grandes cantidades de agua helada y de materia orgánica, los ingredientes básicos de la vida, en los mismísimos polos del planeta calcinado.
Lugar previsto del impacto, en la cuenca de Skahespeare (NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Carnegie Institution of Washington)
Con todo, la misión Messenger ha supuesto una inversión de 414 millones de euros y la sonda acabará convertida en polvo por un motivo tan banal como es quedarse sin combustible a cientos de millones de kilómetros de la gasolinera más cercana. En consecuencia, y según los cálculos de los ingenieros, los 485 kilogramos de la nave serán atraídos irremediablemente por la gravedad solar y alcanzarán una velocidad de más de 14.000 kilómetros por hora antes de contactar con la superficie a lo largo de este jueves. El choque no se podrá ver en tiempo real porque se producirá en la cara de Mercurio más alejada de la Tierra, pero se espera que forme un cráter de impacto de unos 16 metros de diámetro.
Sin embargo, los científicos están realmente muy satisfechos con la Messenger, porque han sido capaces de aprovechar al máximo las reservas de combustible y multiplicar por cuatro el tiempo de sondeo previsto. Tanto es así que las 2.500 imágenes que esperaban conseguir se han convertido en más de 250.000, que pueden añadir a los más de 10 terabytes de información recogidos sobre la composición de la atmósfera, la superficie y el comportamiento del campo magnético de Mercurio.
La sonda también ha analizado la composición y el campo magnético de Mercurio (NASA/ Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory / Carnegie Institution of Washington)
Aparte de la cantidad de los datos recogidos, su calidad ha sido motivo de alegría para la comunidad científica. De entrada, permitieron confirmar algunas observaciones realizadas por la sonda Mariner 10 y por el radiotelescopio de Arecibo, que indicaban la presencia de agua helada en los polos de Mercurio.
De hecho, la Messenger ha aportado pruebas de que la corteza de hielo podría tenerun grosor de hasta tres kilómetros en algunos cráteres y además estar recubierta por una capa oscura de compuestos orgánicos, tal como explicó el jefe de la misión, Sean Solomon. Esto podría ser un apoyo fundamental para la teoría que sostiene que los planetas del Sistema Solar podrían haber recibido grandes cantidades de agua y de compuestos orgánicos, los dos ingredientes básicos de la vida, a través de un intenso bombardeo de asteroides y cometas provenientes del espacio exterior.
¿Un planeta infernal?
La explicación de que un planeta tan cercano al Sol (está a solo 58 millones de kilómetros, mientras que la Tierra está casi tres veces más lejos) pueda albergar hielo, está en la inclinación de su eje de rotación, que permite que haya zonas en las que nunca llega la luz del Sol. El resto de la superficie de Mercurio es bombardeada por partículas de alta energía provenientes de la estrella, y las temperaturas pueden ir de los 350 grados centígrados a los 170 bajo cero por las noches. Por suerte los cambios no son repentinos, porque un día en Mercurio dura 88 días terrestres, mientras que los años apenas duran 116 días terrestres.
Situación de algunos de los cráteres que podrían albergar hielo (NASA)
Por si esto no resultara inquietante, en Mercurio se ha encontrado uno de los mayores cráteres del Sistema Solar, que resulta medir cerca de 1.550 kilómetros de diámetro. Parece que el impacto que lo originó fue tan brutal, que las ondas de choque se extendieron por todo el planeta y se unieron en la parte opuesta a la zona del impacto para levantar unas extrañas montañas.
La odisea de la Messenger
Llegar a un planeta tan lejano y extraño, tan influido por la gravedad y el calor del Sol, no ha sido precisamente tarea fácil. Para hacerse una idea de esto, solo hay que consultar el cuaderno de bitácora de la Messenger. La sonda entró en una órbita estable alrededor del planeta el 18 de marzo de 2011, después de completar un viaje de casi siete años y en el que hubo que aprovechar la atracción gravitatoria de Venus para adquirir impulso. Además, esa proximidad del Sol ha obligado a la sonda a orbitar al planeta a una gran velocidad (de cerca de 104.607 kilómetros por hora) y a alturas que han ido de los 200 a los 15.000 kilómetros para no perder el control. Y aun así, ha conseguido hacer fotografías muy detalladas de la superficie sin que salieran movidas.
Una de las últimas fotografías, tomada este miércoles (NASA/Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory/Carnegie Institution of Washington)
Además, la proximidad de la estrella ha permitido probar la eficacia de un poderoso blindaje contra la radiación y el calor: «La parte delantera de la sonda experimentó temperaturas de 300 grados centígrados, mientras que las partes que estaban a la sombra permanecieron a 20, más o menos como esta habitación», explicó Helene Winters, una de las directoras de la misión en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins (APL), el organismo responsable del control de la misión.
Quizás la violenta muerte de la sonda puede resultar algo amarga. Pero, tal como declaró John Grunsfeld, uno de los directivos de la NASA en Washington, el final de la Messenger «es el comienzo deun viaje más largo para analizar los datos que revelan todos los misterios científicos de Mercurio». De momento, habrá que esperar casi una década hasta la misión BepiColombo, preparada por la Agencia Europea del Espacio (ESA), y la japonesa JAXA, lance dos sondas en 2017. Su llegada está prevista para 2024.
Fuentes : ABC
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