«Hemos elegido ir a la Luna. No porque sea fácil, sino porque es difícil». Con estas palabras, el 12 de septiembre de 1962, John F. Kennedy no sólo anunciaba la misión espacial más importante de la historia de Estados Unidos, la llegada del hombre al primer «mundo» ajeno siete años después, sino que transmitía a sus compatriotas que cualquier empresa es posible si se cree en ella. Era el espíritu de Kennedy, quien, con su apuesta por la carrera del espacio, marcó a toda una generación y cambió la historia de la primera potencia del mundo. Resulta difícil encontrar hoy algo de ese mantra.
El mensaje que acaba de lanzar el presidente Obama, apuntando a 2030 como fecha de la llegada del primer estadounidense a Marte, aun enmarcado en «el objetivo de abrir un nuevo objetivo en la historia espacial de América», ha sido recibido en los medios estadounidenses con el escepticismo lógico de un país que hoy no mira tanto a horizontes lejanos y que, en todo caso, se plantea seriamente si en apenas catorce años puede hacer realidad algo tan lejano.
Y no sólo en la distancia física. Para la propia NASA, aunque posible un día, quedan demasiadas pruebas pendientes y muchos retrasos acumulados. Sólo una descomunal iniciativa política y económica podría hacer realidad una empresa que hoy aún no ha salido de la ciencia ficción.
Empresas privadas
El único paso apreciable desde entonces lo ha dado la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, más conocida como NASA (siglas en inglés), tan responsable de desarrollar los proyectos espaciales como dependiente de los fondos que la Administración de turno y las grandes compañías privadas son capaces de insuflar.
"La crisis ha hecho que EEUU acumule 19 trillones de dólares de deuda"
Desde que Obama planteara los mismos objetivos durante el discurso que pronunció en 2010 en el Kennedy Center de Florida, los avances han sido escasos. Cierto es que los efectos de la devastadora crisis financiera no ha dado resuello para mucho más, sino más bien para que Estados Unidos acumule la mayor deuda de su historia (casi 19 trillones de dólares).
Se podría decir que una de las pocas cosas que han cambiado es que el autor del artículo, publicado en la página web de la CNN, está a punto de dejar de ser el comandante en jefe. Lo que debilita la eficacia de una declaración de intenciones que deberá ser asumida e impulsada por su sucesor, sea Hillary Clinton o Donald Trump.
En realidad, el mensaje de Obama no deja de ser una llamada a los futuros inquilinos de la Casa Blanca, de los que espera la misma determinación que tuvo Kennedy... y una mayor que la suya propia: «Con la suficiente ambición, un día llegaremos y permanecemos allí por mucho tiempo».
El único paso apreciable desde entonces lo ha dado la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, más conocida como NASA (siglas en inglés), tan responsable de desarrollar los proyectos espaciales como dependiente de los fondos que la Administración de turno y las grandes compañías privadas son capaces de insuflar.
El pasado agosto, la agencia llegó a un acuerdo con seis de esas empresas especializadas, con las que trabajará para acondicionar el terreno y crear hábitats que hagan posible la presencia de astronautas en el Planeta Rojo. Una cosa es que las máquinas inteligentes hayan alcanzado Marte, y otra muy distinta que lo hagan los seres humanos.
El proyecto incluirá que las compañías puedan asentar sus propios módulos en la Agencia Espacial Internacional, la única forma de hacer posible ese primer avance en el largo camino que queda por recorrer.
Desde que en 2014 el llamado proyecto Orion de la NASA visualizara sus primeros resultados, ya se ha lanzado para las primeras pruebas la cápsula del mismo nombre que debería de conducir a Marte al primer ser humano.
Desde que en 2014 el llamado proyecto Orion de la NASA visualizara sus primeros resultados, ya se ha lanzado para las primeras pruebas la cápsula del mismo nombre que debería de conducir a Marte al primer ser humano.
Se da la circunstancia de que el proyecto Constelación, llamado a crear toda una generación de naves espaciales (Aries) para trasladar la cápsula, fue cancelado por la NASA, después de varios recortes presupuestarios a cargo de la misma Administración que hoy se ufana en rescatar el espíritu emprendedor espacial. Tuvo que ser el Congreso el que obligara meses más tarde a resucitar una buena parte de ese programa.
Versión sin tripulantes en 2018
En la actualidad, la cápsula Orion está diseñada para ser lanzada al espacio sobre un cohete llamado Space Launch System (SLS), pero el retraso del proyecto ha llevado recientemente a la propia agencia a plantear serias dudas sobre la capacidad real de cumplir el calendario. El lanzamiento del cohete está previsto para finales de 2018. A diferencia de la primera prueba del lanzamiento de Orion, que la NASA llevó a cabo hace dos años, ese año la SLS llevará una versión sin tripulantes de Orion a una órbita alrededor de la Luna, en una misión bautizada como Exploration Mission 1.
En la actualidad, la cápsula Orion está diseñada para ser lanzada al espacio sobre un cohete llamado Space Launch System (SLS), pero el retraso del proyecto ha llevado recientemente a la propia agencia a plantear serias dudas sobre la capacidad real de cumplir el calendario. El lanzamiento del cohete está previsto para finales de 2018. A diferencia de la primera prueba del lanzamiento de Orion, que la NASA llevó a cabo hace dos años, ese año la SLS llevará una versión sin tripulantes de Orion a una órbita alrededor de la Luna, en una misión bautizada como Exploration Mission 1.
La primera misión con astronautas, la Exploration Mission 2, sería en 2023, según los cálculos de la NASA, hoy en entredicho, un paso previo necesario para que la llegada a pisar suelo de Marte pudiera tener lugar en 2030.
A la espera de que el próximo presidente de Estados Unidos sea capaz de liderar el proyecto, de la mano de la empresa privada, la Estación Espacial Internacional supone hoy un coste para la NASA de entre 3.000 y 4.000 millones de dólares al año. Una vez terminada la labor científica previa, quedaría liberado gran parte de ese dinero para construir las otras grandes piezas necesarias para hacer posible la misión humana en Marte.
El pasado año, el Laboratorio de Propulsión de la NASA presentó un plan para llegar a Marte en 2030 con el actual presupuesto que reflejaba la imposibilidad de conseguir el objetivo de poner un pie en el Planeta Rojo en esa fecha.
A la espera de que el próximo presidente de Estados Unidos sea capaz de liderar el proyecto, de la mano de la empresa privada, la Estación Espacial Internacional supone hoy un coste para la NASA de entre 3.000 y 4.000 millones de dólares al año. Una vez terminada la labor científica previa, quedaría liberado gran parte de ese dinero para construir las otras grandes piezas necesarias para hacer posible la misión humana en Marte.
El pasado año, el Laboratorio de Propulsión de la NASA presentó un plan para llegar a Marte en 2030 con el actual presupuesto que reflejaba la imposibilidad de conseguir el objetivo de poner un pie en el Planeta Rojo en esa fecha.
Fuentes: ABC
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