8 de noviembre de 2018

Siete evidencias científicas sobre las bolas de fuego que están apareciendo en el cielo



La semana pasada, algunos grandes fragmentos del cometa Encke han creado varios de estos fenómenos. Dos expertos explican si esto supone algún riesgo en algún caso y con qué frecuencia los fragmentos pueden llegar a la superficie
La madrugada del pasado domingo, 4 de noviembre, apareció una impresionante bola de fuego en los cielos del sureste de Castilla-La Mancha. El fenómeno pudo verse desde lugares tan distantes como Almería, Albacete y Sierra Nevada, y en algunos puntos el destello fue tan intenso que por un momento pareció que se hacía de día. Unas 24 horas antes se registró un fenómeno similar, cuando se detectó otro intenso destello en Toledo. En aquella misma noche, algo parecido se observó en varias cámaras situadas muy lejos de allí, en los estados de Arkansas y Alabama (Estados Unidos).



En España, estos fenómenos fueron captados por varios observatorios adscritos al Proyecto SMART (siglas en inglés de «Spectroscopy of Meteoroids in the Atmosphere with Robotic Technologies»), cuya finalidad es monitorizar continuamente el cielo para estudiar el impacto contra la atmósfera terrestre de rocas procedentes del espacio.

José María Madiedo, profesor de la Universidad de Huelva e investigador principal de este proyecto ha explicado a ABC que las bolas de fuego registradas están causadas por la entrada en la atmósfera de varios fragmentos o meteoroides procedentes del cometa Encke. Este científico, junto a Miquel Serra-Ricart, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), han explicado cuándo esas bolas de fuego suponen un peligro real y con qué frecuencia las rocas espaciales impactan contra la Tierra y se convierten en meteoritos o bien amenazan con destruir ciudades enteras.


1. ¿Por qué están apareciendo?
Bola de fuego avistada desde Almería durante el pasado 4 de noviembre - Observatorio de Calar Alto

Las bolas de fuego observadas las últimas noches forman parte del mismo fenómeno que origina la lluvia de estrellas de las Táuridas. Tal como ha explicado José María Madiedo, esta se origina cuando la Tierra atraviesa un enjambre o corriente de meteoroides –grupo de restos y pequeños fragmentos– formada tras el paso del cometa Encke.

Cada año por las mismas fechas la Tierra atraviesa varios enjambres de meteoroides dejados por distintos cuerpos progenitores, ya sean estos cometas o asteroides. Por ese motivo, cada año ocurren lluvias de estrellas por las mismas fechas –por ejemplo, las Perseidas ocurren en agosto–. Y, por ello también, esta semana han aparecido a la vez varias bolas de fuego.


2. ¿Qué son esos meteoroides?
El bólido de Cheliabinsk (Rusia). Una roca de hasta 20 metros estalló en la atmósfera en el año 2013. No fue detectada con antelación - ABC

Hemos dicho que las bolas de fuego provienen de la entrada en la atmósfera de fragmentos o meteoroides procedentes del cometa Encke. Pero, ¿qué son concretamente estos meteoroides?

Se trata de partículas sólidas o rocas que tienen un tamaño que oscila entre unos pocos micrómetros y el metro de diámetro. Proceden de asteroides, cometas, satélites o planetas. Se estima que cada año llegan a nuestro planeta entre 40.000 y 80.000 toneladas de estas partículas.


Velocidades de hasta 260.000 km/h

Estas impactan contra nuestra atmósfera a velocidades comprendidas entre los 20 y los 72 km/s (es decir, de 72.000 a 259.200 km/h) de forma que la fricción dispara su temperatura hasta llegar a los miles de grados centígrados.

Esto provoca que entren en ignición y que se desencadenen una serie de procesos químicos y físicos, como la ablación térmica, a alturas que suelen estar entre los 80 y 100 kilómetros. Es entonces cuando se generan unas estelas luminosas que reciben el nombre de meteoros, y que también se conocen con el nombre de estrellas fugaces.

La mayoría de los meteoros son causados por meteoroides que tienen tamaños similares a los de una piedra o un grano de arena, y que pesan menos de uno o dos gramos.

Imagen captada por la sonda Cassini en las cercanías de Saturno de un cometa de tipo Centauro - NASA

Normalmente, la desintegración de las partículas o la deceleración de los cuerpos más grandes provoca que el proceso de ablación, por el cual emiten su intenso brillo, acabe antes de que toquen tierra.

Bólidos y bolas de fuego

Cuando en vez de partículas entran fragmentos más grandes, a veces auténticas rocas y bloques, el brillo en el cielo es mucho mayor. Si este supera al del planeta Venus, por la noche, el fenómeno recibe el nombre de bola de fuego. Si el objeto estalla en el aire, pasa a llamarse bólido.

Si el meteoroide es lo suficientemente grande y consigue sobrevivir a su paso por la atmósfera, éste impacta con la Tierra en forma de meteorito.

Curiosamente, el proceso de frenado en la atmósfera permite que la mayoría de los meteoritos llegue al suelo a temperatura ambiente. Esto puede ocurrir incluso con los meteoritos más pesados, por lo que muchas veces no generan grandes cráteres de impacto.

El bólido de Cheliábinsk

Hay que tener en cuenta que un fragmento de tamaño importante puede atravesar todas estas etapas. Algo así pasó con el bólido de Cheliábinsk. El 15 de febrero de 2013 una roca de 17 a 20 metros de diámetro atravesó la atmósfera a unos 19 km/s, y estalló a 30 kilómetros de altura, liberando una energía equivalente a 500 kilotones, unas 30 veces más que la bomba atómica de Hiroshima. No pudo ser detectada con antelación a causa de su «pequeño» tamaño.




La explosión generó un brillo mayor que el del Sol y una potente onda de choque que dañó puertas, ventanas y cristales de multitud de edificios. Resultaron heridas leves unas 1.500 personas y se recuperaron unos 5.000 kilogramos de materiales procedentes del bólido. Entre otros, se localizó un pedazo de 650 kilogramos en el fondo del lago Chebarku.


¿De dónde vienen?

José María Madiedo ha señalado que «en la mayoría de los casos se desconoce cuál es el cuerpo progenitor –cometa o asteroide– de los meteoroides». Muchas de estas partículas, señala, quedan en el espacio y se ven muy influidas por la gravedad de Júpiter –el planeta que acumula el 70% de la masa de todos los planetas del Sistema Solar–. Por ello resulta muy difícil trazar su origen.

Cada día ocurren miles de meteoros y bolas de fuego en la atmósfera, sobre todo en las regiones deshabitadas y en los océanos, que cubren la mayor extensión del planeta. Muchos de estos quedan enmascarados por la luz del día. Siempre se cumple la regla de que cuanto mayores son los meteoroides más infrecuentes resultan.


3. ¿Por qué se estudian los meteoros?

Los meteoros son más conocidos por el nombre de estrellas fugaces. No son estrellas, sino partículas muy pequeñas ardiendo en la atmósfera - ABC

José María Madiedo ha dicho que estudiar los meteoros tiene interés porque «al analizarlos podemos averiguar la composición que tienen los cuerpos del Sistema Solar de los que proceden». Ha añadido que «también permite establecer las condiciones fisicoquímicas que existían en la nube de material a partir de la cual se formó nuestro sistema planetario». Además, estudiar los impactos «nos ayuda a hacernos una idea de cuál es el peligro de que caigan objetos mayores».

Su estudio también proporciona valiosas claves sobre los mecanismos químicos que condujeron a aparición de la vida en nuestro planeta, dado que se piensa que los meteoroides aportaron parte de las moléculas necesarias para que ésta pudiese surgir.


4. ¿Son un peligro para las naves espaciales?
Impacto en el cristal blindado de la cúpula, a bordo de la EEI - ESA/NASA

Para el científico de la Universidad de Huelva, los meteoroides son un peligro para las naves espaciales: «Son partículas que viajan a velocidades muy altas y que, por tanto, tienen una energía cinética muy grande. Una partícula tan grande como un grano de arena puede producir un cráter en una superficie metálica», ha detallado.

Los satélites y las naves van protegidos con escudos para amortiguar los impactos de las más partículas más pequeñas, que son también las más abundantes. Sin embargo, las mayores pueden provocar daños de importancia. De hecho, una partícula de basura espacial golpeó contra uno de los cristales blindadosde la Estación Espacial Internacional (EEI) hace un par de años. Un objeto mayor podría haber comprometido la seguridad de la nave.

5. Y, ¿qué son los meteoritos?
Meteorito de 12 centímetros de largo hallado en Siberia - H. Raab/Wikimedia Commons

Cuando los meteoroides son lo suficientemente resistentes y grandes, pueden llegar a impactar contra la superficie y a convertirse en un pedazo más de nuestro planeta. Son los llamados meteoritos.

Según datos de la American Meteor Society, cada día caen entre 10 y 50 meteoritos en la Tierra, aunque solo de 2 a 12 de estos suelen ser detectados por la población, ya que la mayoría cae en océanos y zonas despobladas. En principio, cada kilómetro cuadrado del planeta recibe la visita de un meteorito una vez cada 50.000 años.

Los meteoritos pueden tener una masa que va de los gramos a las toneladas. El mayor es el meteorito de Hoba, que fue hallado en Sudáfrica en 1920 y que alcanza los 54.000 kilogramos. Como pasa con el resto de partículas del espacio, cuanto mayores sean más infrecuentes resultan.


Lititas y sideritas

El 94% de los meteoritos encontrados son rocosos y reciben el nombre de lititas. Estas se subdividen en condritas (86%) y acondritas (8%). El 5% de los meteoritos son metálicos y se llaman sideritas, mientras que el 1% tienen una composición mixta y se llaman litosideritas.

El 99,8% por ciento de los meteoritos provienen del cinturón de asteroides o cinturón principal, un anillo de material rocoso situado entre las órbitas de Marte y Júpiter. Allí existen unos pocos asteroides grandes, unos 200 millones de cuerpos de más de un kilómetro y miles de millones de objetos más pequeños. Todos ellos están rodeados por incontables motas de polvo.

Los científicos han detectado meteoritos que provienen de Vesta, el tercer mayor cuerpo del cinturón de asteroides. También han podido trazar el origen de meteoritos procedentes de Marte y de la Luna.


6. ¿Puede caer en la Tierra algo más peligroso?
Los cometas y asteroides descubiertos no suponen un riesgo inminente, pero se desconoce una gran cantidad de ellos - ABC

Los asteroides y los cometas pueden dejar rastros de restos que entran en la atmósfera y generan meteoros y meteoritos. Pero, ¿qué son estos cuerpos progenitores?

Ambos son restos pequeños generados a la vez que nacieron los planetas del Sistema Solar. Los asteroides son objetos metálicos, rocosos o helados cuyo tamaño oscila entre el metro y los cientos de kilómetros de diámetro que viajan por el espacio. Los cometas son cuerpos más frágiles y menos pesados compuestos de hielo, polvo apelmazado y gases congelados. Su cuerpo puede alcanzar las decenas de kilómetros y la acción del viento solar sobre ello genera enormes colas de gases ionizados que pueden medir millones de kilómetros y que pueden ser visibles desde la Tierra.

¿En algún momento alguno de estos grandes objetos, progenitores de los meteoroides y meteoritos, podría impactar contra la Tierra? La respuesta es que podría ocurrir en cualquier momento, pero que es muy improbable.

Madiedo explica que, «ninguno de los cometas y asteroides clasificados y catalogados supone un riesgo de colisión en los próximos 100 años». Sin embargo, apunta a que el peligro también puede venir de objetos no encontrados hasta ahora.


Los objetos no descubiertos todavía

Además, recuerda a que «las órbitas de estos cuerpos puede ir cambiando con el tiempo», a causa de la influencia gravitatoria de Júpiter, lo que puede cambiar los riesgos de colisión pasados esos 100 años. Además, las colisiones de cuerpos que se producen regularmente en el cinturón de asteroides puede provocar cambios abruptos en las trayectorias de algunos de estos objetos.

Por último, señala que algunos científicos consideran que en las afueras del Sistema Solar, en el cinturón de Kuiper y la nube de Oort, puede haber objetos no descubiertos hasta ahora que se aproximen cada mucho tiempo al interior del Sistema Solar y que supongan un riesgo de impacto.

Por todo esto, señala la importancia de catalogar y sguir estos objetos de forma continua.


¿Cuándo ocurrirá?

Al igual que hay erupciones volcánicas y terremotos, cada cierto tiempo se produce el impacto de un asteroide o cometa de tamaño importante. Buena prueba de ello es el impacto que acabó con los dinosaurios. Por fortuna, los mayores impactos son extremadamente raros. Con todo, las frecuencias de impacto son las siguientes:

-Objetos de unos dos metros de diámetro: uno al año.

-Similares al de Cheliabinsk (unos 20 m de diámetro): uno cada 15 años.

-De 100 metros: uno cada 5.000 años (similar al que provocó el evento Tunguska, que arrasó 2.000 kilómetros cuadrados de tundra en Siberia y que derribó a ciudadanos, carruajes y caballos a más de 500 kilómetros de distancia).

-De un kilómetro de diámetro: uno cada medio millón de años.

-De cinco kilómetros de diámetro: uno cada 20 millones de años.

-De 10 kilómetros de diámetro (como el que produjo la extinción de los dinosaurios): uno cada 66 millones de años.

7. Los asteroides asesinos de ciudades
Un impacto como el de la imagen acabaría con la vida en la Tierra. Por suerte, este tipo de eventos son muy infrecuentes - ABC

Tal como ha explicado Miquel Serra-Ricart, «la mayoría de los objetos mayores de un kilómetro ya se han detectado», pero «todavía desconocemos muchos cuyo tamaño está entre el kilómetro y los 150 metros». Estos son lo suficientemente pequeños como para ser difíciles de detectar pero a la vez tienen un poder destructivo muy considerable.

Según ha dicho, los cercanos al kilómetro podrían provocar daños a escala planetaria, pero son más infrecuentes. Los situados en las decenas y los cientos de metros, sin embargo, son más abundantes, y están en la categoría de «city killers»,ya que tienen la capacidad de arrasar ciudades enteras si caen en el lugar adecuado.

En estos casos, «lo que realmente hace daño es la onda de presión que genera. Es una bomba, que presiona de forma súbita el aire», ha explicado Serra-Ricart.

Pero, ¿qué hay ahí fuera? En la actualidad se considera que solo se conocen el uno por ciento de todos los asteroides del Sistema Solar, aunque por suerte ya se ha descubierto el 90 por ciento de los cuerpos más masivos. En total, hasta septiembre de 2018 se han descubierto 779.736 asteroides, y cada mes se descubren 2.000 más.




Objetos cercanos a la Tierra

La situación cambia cuando algunos de estos asteroides y cometas son empujados por la gravedad del Sol y se acercan a menos de 1,3 Unidades Astronómicas (UAs) de la Tierra (una UA es la distancia que hay entre el Sol y nuestro planeta). Entonces entran en la categoría de «Near Earth Object» (NEO), u objetos próximos a la Tierra. Hasta enero de 2018 se conocían 18.819 NEOs, y cada mes se detectan unos 150 más.

Los asteroides que miden más de 150 metros de largo y se acercan a 7,5 millones de kilómetros de la Tierra (en comparación, la distancia mínima a la que se encuentran la Tierra y Marte es de 53 millones de kilómetros), se convierten en asteroides potencialmente peligrosos (PHAs, en inglés). Por término medio, solo el cuatro por ciento de los NEOs son además objetos potencialmente peligrosos. Hasta septiembre de 2018 se conocían 1.929 PHAs.


Órbitas de cerca de mil PHAs en el Sistema Solar interior. El trazo de las órbitas exagera su tamaño e importancia - NASA/JPL-CaltechPor si acaso, los astrónomos están en todo momento rastreando el cielo en busca de objetos brillantes que pudieran ser asteroides o cometas con rumbo a la Tierra. Este trabajo es desempeñado por múltiples observatorios terrestres y espaciales, como Pan-STARRS 1, Catalina Sky Survey, Spacewatch , LINEAR, De Cam Neo Survey o NEOWISE.

Además, los científicos tratan de asesorar a los gobiernos para prepararse en caso de grandes contingencias.

Sin embargo, según Serra-Ricart, con los medios actuales no se puede predecir la mayoría de los impactos de objetos de decenas de metros, aunque por suerte se trate de eventos poco frecuentes.

En cuanto a los mayores impactos, provocados por rocas de un kilómetro de largo, cree que actualmente no se podría hacer nada para evitarlo. Sin embargo, aboga por resolver problemas terrenales, como redistribuir la riqueza y combatir la pobreza, antes que hacer las inversiones que harían falta para evitarlo. «Sí que apostaría por invertir más recursos en tener controlada a la población de NEOs», ha opinado.

En ese momento, la NASA prepara la misión DART («Double Asteroid Redirection Test») para probar la tecnología de los impactadores cinéticos, cuyo fin es desviar asteroides de su trayectoria para evitar choques contra la Tierra.



Fuentes: ABC

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