El permafrost (denominado también permahielo) es, a grandes rasgos una capa subterránea de tierra o roca con hielo y materia orgánica atrapada, que, estando lo bastante resguardada de los rayos del Sol puede en su mayor parte permanecer congelado de manera ininterrumpida durante miles de años. Aunque el permafrost del fondo marino ha sido objeto de investigaciones desde hace décadas, la dificultad para llevar a cabo mediciones ha impedido realizar una estimación general de la cantidad de carbono y de su tasa de liberación. Un nuevo estudio, realizado por el equipo de Sara Sayedi y Ben Abbott de la Universidad Brigham Young en Estados Unidos, aporta datos nuevos y reveladores sobre la retroalimentación climática del permafrost submarino, generando las primeras estimaciones de la cantidad de carbono que alberga, su tasa de liberación de gases con efecto invernadero y la posible conducta futura de las zonas ricas en permafrost submarino.
El estudio se titula “Subsea permafrost carbon stocks and climate change sensitivity estimated by expert assessment” y se ha publicado en la revista Environmental Research Letters, de IOP Publishing.
Los autores de la nueva investigación combinaron los resultados de estudios publicados y de otros no publicados para estimar la cantidad de carbono submarino pasada y presente y la cantidad de gas con efecto invernadero que podría liberarse del permafrost submarino en los próximos tres siglos.
Sayedi, Abbott y sus colegas han estimado que las zonas de permafrost submarino actualmente almacenan 60.000 millones de toneladas de metano y 560.000 millones de toneladas de carbono orgánico. Como referencia, la civilización humana ha liberado un total de unos 500.000 millones de toneladas de carbono en la atmósfera desde la Revolución Industrial.
El permafrost submarino es esencialmente el resultado de la última era glacial y reacciona muy despacio al aumento de las temperaturas. Solo ahora está comenzando a experimentar los efectos del cese de la era glacial, tal como subraya Sayedi. Sin embargo, las estimaciones del equipo de Sayedi sugieren que el permafrost submarino ya ha empezado a liberar cantidades sustanciales de gases con efecto invernadero, aunque más como consecuencia del cese de la última era glacial que por la actual actividad humana. Los autores del estudio estiman que el permafrost submarino libera aproximadamente 140 millones de toneladas de dióxido de carbono y 5,3 millones de toneladas de metano a la atmósfera cada año.
La línea de costa de la península Bykovsky en el centro del Mar de Laptev, Siberia retrocede durante el verano, cuando bloques de permafrost ricos en hielo caen a la playa y son erosionados por las olas. (Imagen: 2017, P. Overduin)
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