9 de septiembre de 2012

Medio Ambiente.- Ecuador Lidera en América Latina investigaciones sobre ballenas jorobadas


El 19 de julio del 2002, una fotografía captó a una ballena jorobada que hacía piruetas en aguas ecuatorianas. Se movía de un lado a otro golpeando el mar y enseñando un poco más que la cola. Quienes estudiaban a esta especie la bautizaron como Josefina (código EC-199).
Se la reconoce por la forma y la pigmentación de su cola, que en cada jorobada es única y equivale a la huella dactilar o cédula de identidad. En esta ocasión se la vio jugueteando con otras de su especie.
Regresó a aguas ecuatorianas en el 2002, en el 2004 y en el 2005. Estuvo sola y en grupo.
Otra de sus vecinas de la Antártida, la ballena Clara, había sido fotografiada por primera vez en Ecuador en
1991. Y en este año se la volvió a observar. Ha visitado Panamá y Chile. 





La cola de las ballenas jorobadas se convierte en la cédula de identificación para estos cetáceos,
pues es única.








Sus pasos están contabilizados en el catálogo sobre la Historia de vida de las ballenas en Ecuador, que ha levantado el centro de investigación de la Fundación Ballenas del Pacífico (Pacific Whale Foundation), liderado por Cristina Castro, bióloga ecuatoriana que se dedica al estudio de estos cetáceos desde hace 16 años.
Entre los países latinos, Ecuador lidera las investigaciones sobre las jorobadas, por tener bases de datos más completas y variadas sobre esta clase de mamíferos.





Este delfín se varó hace un mes en las costas ecuatorianas. Estudios preliminares de sus pulmones indican que murió por enfermedad.









La visita de estas ballenas, que se da entre mayo y octubre, es propicia para actualizar cifras y realizar otros estudios.
El centro de investigación de Ballenas del Pacífico está en Puerto López, cantón manabita conocido turísticamente por ser un punto de partida para el avistamiento de especies marinas, como las jorobadas.

Aquí hay muestras de delfines y ballenas, bases de datos sobre la interacción de estos animales con la pesca, y de nuevos mamíferos marinos observados en aguas ecuatorianas u otras. Además, el centro registra casos de varamientos o encallamientos de cetáceos en Ecuador.
La información se comparte también con países latinos como Chile, Costa Rica, Panamá, Colombia, y con las estaciones de la Antártida. Esto les ha permitido realizar estudios regionales, como identificar qué ballenas están viajando por el océano Pacífico.






Un ballenato encalló cuatro veces en playas manabitas. El cetáceo tenía en una de sus aletas laceraciones que habrían sido causadas por redes de pesca.







“Es interesante cómo Ecuador se ha vuelto fuente para compartir información. Somos como una sede de la fotoidentificación del Pacífico oeste porque tenemos un catálogo muy grande, de unos 2.200 animales fotografiados e identificados; y con historia de vida para trabajar en investigación científica tenemos más de 2.000 individuos”, explica esta bióloga ecuatoriana.
Con las bases de datos se han podido identificar los movimientos migratorios de las jorobadas, en qué lugar han estado; si se las vio solas o en grupos pequeños; si estaban activas, entre otras características.

Se tienen detalles regionales de ballenas que han sido observadas 26 años después de haber sido divisadas por primera ocasión. Por ejemplo, hay una jorobada que fue fotografiada en la Antártida, en 1985, y en Ecuador, en el 2007 y 2011. Otra, en cambio, fue captada en el país en 1991 y en este año, 2012. Esa misma ha sido observada en Panamá, Chile y en la Antártida.






En el centro de investigación Ballenas del Pacífico se guardan muestras de cetáceos.









En esta comparación de catálogos regionales, que se presentó en junio pasado en la reunión científica número 64 del Comité de Ballenas del Hemisferio Sur, se identificó que 64 jorobadas que viajaron a la Antártida fueron registradas en Ecuador.
El catálogo de identificación y de la historia de las ballenas en Ecuador se creó en 1997 y se lo actualiza cada año.
Uno de los estudios más recientes que tiene el centro de investigación de la Fundación Ballenas de Pacífico expone las enfermedades de la piel que presentan las jorobadas.
“Queremos saber si las anomalías son provocadas por el hombre. Queremos saber todos los impactos y cuáles son los que más afectan a las ballenas jorobadas del Ecuador, para buscar soluciones”, dice.

El centro de investigación tiene reportados 170 casos de jorobadas con alguna anomalía en la piel, que se identificó por las fotografías. Estos datos sirven como indicadores para conocer qué está afectando al mar, agrega la bióloga.
Una de las jorobadas registradas en Ecuador tenía en la piel un hongo grande, cuyo origen se dio posiblemente por una herida infectada, luego de que este cetáceo se golpease contra un bote, refiere Castro.






Los parásitos encontrados en cetáceos sirven para realizar estudios de parasitología.









Entre las anomalías más comunes están las producidas en accidentes con las embarcaciones, como las heridas que les dejan las hélices de los barcos cuando las topan.

La contaminación del mar ha sido otro factor influyente para originarles manchas o tumores en la piel. “Tenemos una con una especie de quemadura, posiblemente por el cambio climático o por químicos en el agua”, refiere la científica.

El centro estudia además los varamientos de cetáceos en Ecuador. Tiene las cifras, pero aún le faltan los análisis. Hasta el 28 de agosto pasado, Ballenas del Pacífico reportaba nueve encallamientos con evidencias (fotos o muestras). El martes anterior se conoció un nuevo caso, en Esmeraldas.

“Los varamientos son por redes (enredados), enfermedades y otros están sin definirse... Se sabe que solo la tercera parte de los varamientos llega a la costa. Los otros son en el mar”, afirma Castro. Ella dice que Ecuador está dentro de la media de mortalidad.

Si el animal que se varó está fresco, puede aportar con estudios científicos una vez que se le extraen muestras. En este año, el grupo de la bióloga acudió a un encallamiento de un delfín raro, según Castro, que habría muerto por enfermedad, de acuerdo con unos análisis pulmonares preliminares.

Como tenía poco tiempo de su deceso, se le tomaron muestras de parásitos y de sangre. A laboratorios se mandaron órganos como el corazón, el hígado, un riñón, y se le pudo practicar la necropsia. Con esto se aspira a investigar su tipo de especie y otros indicadores.

Por eso, dice Castro, es importante que quienes vean un varamiento den aviso también a este centro (09-546-4860). En las tomas de muestras, la grasa indica los contaminantes del agua; con la carne y con la piel se hace genética. Es decir, se determinan características poblacionales, si tienen virus...

Las muestras, en formol, sirven hasta después de 30 años para realizar estudios en ramas como la genética.

El próximo año se espera actualizar la lista oficial de cetáceos (la que hay data de 1991) que se han observado en Ecuador. Esta vez con evidencias físicas (como fotos) y nueva información, como quiénes los observaron y en qué parte del país. Así se sabrán los “pasos” de Josefina, Clara y sus otras vecinas jorobadas.


Fuentes : El Universo
http://unvrso.ec/00040F5

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