«Serán, probablemente, los últimos norteamericanos en lo que queda de siglo que posen sus pies en suelo lunar». Acertaba en su predicción el cronista del diario ABC que narraba cómo el 11 de diciembre de 1972, Eugene Cernan, comandante del Apolo 17, y su compañero Jack Schmitt, piloto del módulo, daban un paseo histórico por nuestro satélite natural. El astronauta estadounidense que dirigió la última misión tripulada a la Luna, fallecido el pasado enero a los 82 años, fue también el último en abandonarla y desde ese día nadie más ha estado allí. Pero lo que nadie podía saber entonces es que en el siglo XXI otros astronautas volverán a repetir la hazaña por orden de un presidente de la primera nación del mundo también difícil de imaginar: Donald Trump.
El mandatario ha pedido a la NASA que los astronautas vuelvan a la Luna, como un paso previo para sentar las bases de un viaje aún más ambicioso: la llegada del ser humano a Marte. Y firmó esa directiva el pasado lunes, justo el día de ese asombroso paseo hace ya 45 años, en el que Cernan recolectó muestras geológicas para estudiar el origen de la Luna. Durante 22 horas, el comandante y su compañero Jack Schmitt recorrieron 35 km. Cuando Cernan regresó al vehículo, pronunció unas palabras no tan famosas como las de Neil Armstrong en julio de 1969, pero a las que hoy se les puede dar todo el sentido: «El desafío de Estados Unidos de hoy ha forjado el destino del hombre del mañana».
El Apolo 17 fue enviada al espacio el 7 de diciembre de 1972 y el alunizaje se produjo cuatro días más tarde. Bien entrada la madrugada en España, la nave posó sus cuatro patas en un profundo valle de la esquina del mar de la Serenidad, solo 100 metros del punto exacto previsto y sin ningún problema. Y aunque Cernan comunicó a Houston que les quedaba poco combustible, era una falsa alarma: solo se había consumido la mitad del que disponían para el descenso.«¿Qué hay imposible hoy?»
El mandatario ha pedido a la NASA que los astronautas vuelvan a la Luna, como un paso previo para sentar las bases de un viaje aún más ambicioso: la llegada del ser humano a Marte. Y firmó esa directiva el pasado lunes, justo el día de ese asombroso paseo hace ya 45 años, en el que Cernan recolectó muestras geológicas para estudiar el origen de la Luna. Durante 22 horas, el comandante y su compañero Jack Schmitt recorrieron 35 km. Cuando Cernan regresó al vehículo, pronunció unas palabras no tan famosas como las de Neil Armstrong en julio de 1969, pero a las que hoy se les puede dar todo el sentido: «El desafío de Estados Unidos de hoy ha forjado el destino del hombre del mañana».
El Apolo 17 fue enviada al espacio el 7 de diciembre de 1972 y el alunizaje se produjo cuatro días más tarde. Bien entrada la madrugada en España, la nave posó sus cuatro patas en un profundo valle de la esquina del mar de la Serenidad, solo 100 metros del punto exacto previsto y sin ningún problema. Y aunque Cernan comunicó a Houston que les quedaba poco combustible, era una falsa alarma: solo se había consumido la mitad del que disponían para el descenso.«¿Qué hay imposible hoy?»
Eugene Cernan ya participó en la misión Apolo 10, en mayo de 1969, en la que voló casi 13 kilómetros sobre la superficie de la Luna, pero no alunizó. Estaba convencido de que el ser humano volvería a visitar nuestro satélite natural y que incluso se quedaría en él un tiempo prolongado. «Volveremos (a la Luna) para estar tres, seis meses... Y viviremos y trabajaremos en Marte. Es muy probable que colonicemos Marte. Lo podríamos hacer perfectamente. ¿Qué hay imposible hoy?», pronosticaba a este periódico en una entrevista concedida en 2009. «No voy a ser el último que la pise... En 2015, 2018 o 2025, eso es lo de menos. Lo importante es que ocurrirá», vaticinaba. La decisión de Trump, alejada de la política espacial decidida por Barack Obama, en cuyos planes no entraba volver a la Luna, puede hacer realidad las palabras del último hombre en pisarla.
Fuentes: ABC
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