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30 de noviembre de 2021

Detectan, por primera vez, 'partículas fantasma' en el gran colisionador de Ginebra

Basado en un prototipo probado con éxito en 2018, el nuevo detector, acoplado al experimento Atlas del LHC, será capaz de detectar hasta 10.000 'partículas fantasma' - CERN

Un nuevo experimento, probado con éxito en 2018, hará posible la detección de varios miles de neutrinos de colisión, imposibles de observar hasta ahora

Un equipo internacional de investigadores del Forward Search Experiment, dirigido por físicos de la Universidad de California, ha conseguido, por primera vez, detectar candidatos a neutrinos en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) el mayor acelerador de partículas del mundo. Se trata de un importante hito para la física, algo que no se había logrado hasta ahora en ningún colisionador del mundo y que ayudará a comprender mejor la estructura fundamental del Universo.

A pesar de que se trata solo de seis detecciones, llevadas a cabo en 2018 durante la fase de pruebas de un nuevo y pequeño sub detector llamado FASER, la hazaña demuestra la viabilidad de esa tecnología y abre una vía totalmente nueva para estudiar esas misteriosas partículas en el rango de las altas energías.


Ahora, los investigadores han terminado de poner a punto una versión mayor y más sensible de ese instrumento, el FASERnu.

"Antes de este proyecto -explica Jonathan Feng, coautor de un estudio recién publicado en 'Physical Review D'- nunca se había visto ninguna señal de neutrinos en un colisionador de partículas. Este significativo avance es un paso hacia el desarrollo de una comprensión más profunda de estas escurridizas partículas y el papel que desempeñan en el Universo".

Neutrinos por todas partes

Los neutrinos están, literalmente, por todas partes. De hecho, se trata probablemente de las partículas subatómicas más abundantes del Universo. Miles de millones de ellos atraviesan nuestro cuerpo, y el resto del planeta, a cada segundo sin que ni siquiera nos demos cuenta de ello. Los neutrinos no llevan carga eléctrica (de ahí su nombre) y su masa es prácticamente nula, por lo que se desplazan por todo el Universo casi a la velocidad de la luz y sin apenas interactuar con él. Para un neutrino, el resto del Universo es algo incorpóreo que no le afecta prácticamente nunca. De ahí que sean conocidos también como 'partículas fantasma' extremadamente difíciles de detectar.

A pesar de ello, en algunas ocasiones y utilizando costosos instrumentos, los científicos han conseguido captar alguna de sus raras interacciones con el resto de la materia. Detectores como Gran Sasso en Italia, IceCube en la Antártida o Super-Kamiokande en Japón utilizan miles de fotodetectores ultra sensibles especialmente diseñados para captar las lluvias de luz que surgen cuando un neutrino interactúa con otras partículas en un entorno completamente oscuro y aislado, a menudo en laboratorios subterráneos, enterrados a cientos de metros de profundidad y debajo de altas montañas.

Sin embargo, y desde hace ya varias décadas, los físicos también han tratado, sin éxito, de capturar los neutrinos que se generan durante las colisiones de partículas en los grandes aceleradores. A diferencia de los emitidos por el Sol o por otras fuentes astronómicas, los neutrinos de colisión se generan a energías muy altas y no demasiado bien estudiadas. Por eso, la detección de neutrinos de colisión puede poner al alcance de los científicos energías y tipos de neutrinos que son casi imposibles de observar en otros lugares.

El instrumento FASERnu es lo que se conoce como detector de emulsión. Está formado por placas de plomo y tungsteno que se alternan con capas de emulsión. Durante las colisiones de partículas en el LHC, los neutrinos pueden chocar con los núcleos de las placas de plomo y tungsteno, produciendo partículas que dejan huellas en las capas de emulsión y que resultan visibles tras el 'revelado' de las placas.

Según Feng, la emulsión funciona de manera similar a la fotografía de la era anterior a las cámaras digitales. Cuando una película de 35 milímetros se expone a la luz, los fotones dejan huellas que se forman patrones cuando se revela la película. Los investigadores de FASER también pudieron ver las interacciones de los neutrinos después de eliminar y desarrollar las capas de emulsión del detector.

"Habiendo verificado (en 2018) la efectividad del enfoque del detector de emulsión para observar las interacciones de los neutrinos producidos en un colisionador de partículas, el equipo de FASER ahora está preparando una nueva serie de experimentos con un instrumento completo que es mucho más grande y significativamente más sensible", dijo Feng.

En la prueba piloto de FASER de 2018, se registraron seis interacciones de neutrinos candidatos en las capas de emulsión. Puede que no parezcan muchos, teniendo en cuenta la cantidad de partículas que se producen en una colisión típica en el LHC, pero fueron suficientes como para proporcionar al equipo dos claves importantes. En palabras de Feng, "primero, verificamos que la posición del detector, delante del punto de interacción ATLAS en el LHC, es la ubicación correcta para detectar neutrinos de colisión. Y en segundo lugar, nuestros esfuerzos demostraron la eficacia de utilizar un detector de emulsión para observar este tipo de interacciones de neutrinos".

El detector de prueba utilizado hace tres años era relativamente pequeño y pesaba menos de 30 kg. Pero la nueva versión, que los investigadores acaban de terminar de poner a punto, pesa más de 1.100 kg y será mucho más sensible, distinguiendo entre los varios tipos de neutrinos conocidos y sus correspondientes antineutrinos. Feng y sus colegas esperan que la tercera ronda de colisiones del LHC, prevista para 2022, produzca alrededor de 200.000 millones de neutrinos electrónicos, seis billones de neutrinos muónicos y 9.000 millones de neutrinos tau. De todos ellos, los investigadores esperan poder detectar alrededor de 10.000. Según explica David Casper, coautor del estudio, "detectaremos los neutrinos de mayor energía que jamás se hayan producido a partir de una fuente creada por el hombre". La información que revelen podría ser decisiva para comprender aspectos del funcionamiento del Universo que hoy por hoy se nos escapan.

Fuentes: ABC

10 de octubre de 2019

Nobel de Física a un ‘historiador’ del universo y dos pioneros en la caza de exoplanetas

James Peebles, Michel Mayor y Didier QuelozIll. / Niklas Elmedhed © Nobel Media.
La Real Academia Sueca de las Ciencias ha anunciado que el Premio Nobel de Física ha sido para el canadiense James Peebles, por sus descubrimientos teóricos en cosmología, y para los suizos Michel Mayor y Didier Queloz, por el hallazgo del primer planeta extrasolar que orbita una estrella similar al Sol.
El Premio Nobel de Física de 2019 recompensa la nueva comprensión de la estructura y la historia del universo, y el primer descubrimiento de un planeta que orbita una estrella de tipo solar fuera de nuestro sistema. El galardón ha sido para el canadiense James Peebles y los suizos Michel Mayor y Didier Queloz.
“El marco teórico de Peebles sienta las bases de nuestras ideas contemporáneas sobre el universo”, dice la Academia

Según la Real Academia Sueca de las Ciencias, los conocimientos de Peebles sobre cosmología física “han enriquecido todo el campo de investigación y han sentado las bases para la transformación de la cosmología en los últimos cincuenta años, de la especulación a la ciencia. Su marco teórico, desarrollado desde mediados de los años 60, es la base de nuestras ideas contemporáneas sobre el universo”.
Nuevos procesos físicos en el universo

El modelo del Big Bang describe el universo desde sus primeros momentos, hace casi 14.000 millones de años, cuando estaba extremadamente caliente y denso. Desde entonces, el universo se ha ido expandiendo, haciéndose más grande y frío. Apenas 400.000 años después, el universo se hizo transparente y los rayos de luz pudieron viajar a través del espacio. Incluso hoy en día, esta antigua radiación está a nuestro alrededor y, codificada en ella, se esconden muchos de los secretos del universo.

Utilizando sus herramientas teóricas y cálculos, Peebles “fue capaz de interpretar estos rastros desde la infancia del universo y descubrir nuevos procesos físicos”, señala la institución.

Los resultados nos mostraron un universo en el que solo se conoce el 5 %, la materia que constituye las estrellas, los planetas, los árboles y nosotros. El resto, 95 %, es materia oscura desconocida y energía oscura. Esto es un misterio y un desafío para la física moderna.

En octubre de 1995, Michel Mayor y Didier Queloz anunciaron el primer descubrimiento de un planeta fuera de nuestro sistema solar, un exoplaneta, orbitando una estrella de tipo solar en nuestra galaxia natal, la Vía Láctea.

En el Observatorio de Haute-Provence, en el sur de Francia, con instrumentos hechos a medida, pudieron ver el planeta 51 Pegasi b, una bola gaseosa comparable con el mayor gigante gaseoso del sistema solar, Júpiter.
El descubrimiento de Mayor y Queloz en los 90 inició una revolución y desde entonces se han encontrado más de 4.000 exoplanetas en la Vía Láctea
“Este descubrimiento inició una revolución en la astronomía y desde entonces se han encontrado más de 4.000 exoplanetas en la Vía Láctea. Aún se están descubriendo nuevos mundos extraños, con una increíble riqueza de tamaños, formas y órbitas. Desafían nuestras ideas preconcebidas sobre los sistemas planetarios y obligan a los científicos a revisar sus teorías sobre los procesos físicos detrás de los orígenes de los planetas”, destaca la institución.

¿Habrá vida ahí fuera?

“Con numerosos proyectos planeados para comenzar a buscar exoplanetas, podemos eventualmente encontrar una respuesta a la eterna pregunta de si hay otra vida ahí fuera”, agrega el comunicado de la Academia.

Los laureados de este año “han transformado nuestras ideas sobre el cosmos. Mientras que los descubrimientos teóricos de Peebles contribuyeron a nuestra comprensión de cómo evolucionó el universo después del Big Bang, Mayor y Queloz exploraron nuestras vecindades cósmicas en busca de planetas desconocidos. Sus descubrimientos han cambiado para siempre nuestra concepción del mundo”, concluye la institución.


Fuente: SINC

30 de diciembre de 2017

¿Salió el Sistema Solar de una burbuja gigante?

Esta simulación muestra cómo se forman las burbujas en el transcurso de 4,7 millones de años desde los intensos vientos estelares de una estrella masiva - V. Dwarkadas y D. Rosenberg

Científicos plantean una nueva hipótesis sobre los orígenes de nuestro vecindario cósmico
Los científicos han realizado un sin fin de impresionantes descubrimientos sobre el Universo, pero aún no están seguros sobre cómo nació nuestro Sistema Solar. La teoría dominante dice que se formó hace miles de millones de años cerca de una supernova, pero un equipo de la Universidad de Chicago (EE.UU.) cree que nuestros orígenes pueden ser diferentes y lanzan una interesante hipótesis. En un estudio publicado en la revista «Astrophysical Journal», apuntan a que nuestro vecindario cósmico surgió en una burbuja impulsada por el viento en torno a una estrella gigante, hace mucho tiempo muerta. ¿La clave? Un persistente misterio cósmico sobre la abundancia de dos elementos en nuestro Sistema Solar en comparación con el resto de la galaxia.

En vez de contemplar una supernova, el nuevo escenario comienza con un tipo gigante de estrella llamada Wolf-Rayet, que tiene más de 40 a 50 veces el tamaño de nuestro propio Sol. Es la estrella más ardiente, produciendo toneladas de elementos que se arrojan desde la superficie al intenso viento estelar. A medida que la estrella Wolf-Rayet arroja su masa, el viento estelar atraviesa el material que estaba a su alrededor, formando una estructura de burbujas con una capa densa.

«El caparazón de una burbuja de este tipo es un buen lugar para producir estrellas», porque el polvo y el gas quedan atrapados en el interior donde pueden condensarse en estrellas, apunta el coautor Nicolas Dauphas, profesor del Departamento de Ciencias Geofísicas. Los autores estiman que del 1% al 16% de todas las estrellas similares al Sol podrían formarse en dichos viveros estelares.

Además, esta configuración da sentido a dos isótopos que ocurren en proporciones extrañas en el sistema solar primitivo, en comparación con el resto de la galaxia. Los meteoritos que quedaron del sistema solar temprano nos dicen que había mucho aluminio-26. Además, los estudios sugieren que teníamos menos isótopo de hierro-60.

Esto resulta desconcertante, porque las supernovas producen ambos isótopos. «¿Por qué uno fue inyectado en el Sistema Solar y el otro no?», se pregunta el también coautor Vikram Dwarkadas, profesor asociado de investigación en Astronomía y Astrofísica.

Colapso en un agujero negro

Esa pista fue la que les llevó a las estrellas Wolf-Rayet, que lanzan gran cantidad de aluminio-26, pero no hierro-60. «La idea es que el aluminio 26 arrojado desde la estrella Wolf-Rayet es transportado hacia afuera sobre granos de polvo formados alrededor de la estrella. Estos granos tienen suficiente ímpetu para atravesar un lado del caparazón, donde se destruyen en su mayoría, atrapando el aluminio dentro del caparazón», explica Dwarkadas. Eventualmente, parte del proyectil colapsa hacia adentro debido a la gravedad, formando nuestro sistema solar.

En cuanto al destino de la estrella gigante Wolf-Rayet que nos protegió, su vida terminó hace mucho tiempo, probablemente en una explosión de supernova o un colapso directo en un agujero negro. Ese evento produciría poco hierro-60; si se tratara de una supernova, es posible que el hierro 60 creado en la explosión no hubiera penetrado en las paredes de la burbuja o se hubiera distribuido de manera desigual.

Fuentes: ABC