Comprender cómo y cuándo se formaron objetos como el cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko resulta fundamental para determinar con exactitud hasta qué punto pueden emplearse para interpretar la formación y evolución temprana de nuestro Sistema Solar.
La revista Astronomy & Astrophysics acaba de publicar un nuevo estudio al respecto dirigido por Björn Davidsson, del Laboratorio de Propulsión por Reacción del Instituto de Tecnología de Pasadena (Estados Unidos).
Si los cometas realmente son tan primitivos, podrían contribuir a desvelar las propiedades de la nebulosa solar a partir de la cual se condensaron el Sol, los planetas y otros cuerpos menores hace 4.600 millones de años, así como los procesos que transformaron nuestro sistema planetario hasta convertirse en lo que conocemos hoy en día.
La hipótesis alternativa establece que se trata de fragmentos más recientes, resultantes de la colisión entre cuerpos anteriores, como objetos transneptunianos (TNO), por ejemplo. Así, ofrecerían información del interior de estos cuerpos de mayor tamaño, las colisiones que los fragmentaron y el proceso de formación de nuevos cuerpos a partir de los restos de otros más antiguos.
“En cualquier caso, los cometas son testigos de importantes
acontecimientos evolutivos en el Sistema Solar; por eso hemos realizado con Rosetta estas mediciones y las de otros cometas, para averiguar qué escenario es más probable”, aclara Matt Taylor, científico del proyecto Rosetta de la ESA.
Los dos años junto a 67P/Churyumov–Gerasimenko han permitido a Rosetta mostrarnos un cuerpo bilobulado, muy poroso y de baja densidad con numerosas capas, lo que sugiere que ambos lóbulos fueron acumulando materia antes de fusionarse.
Un trabajo anterior mostraba que la cabeza y el cuerpo del cometa en principio estaban separados, pero que la colisión que provocó su unión fue de una velocidad tan baja que no llegó a destruirlos. El hecho de que ambos lóbulos presenten capas similares también indica que han debido de experimentar evoluciones similares y que la tasa de supervivencia a colisiones catastróficas debió de ser alta durante un largo periodo de tiempo.
Es posible que también se produjeran otras uniones a menor escala. Por ejemplo, en la región de Bastet, en el lóbulo inferior del cometa, existen tres ‘casquetes’ esféricos, y se cree que se trata de restos de cometesimales conservados en parte.
Fuentes: ESA
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