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17 de enero de 2021

Afirman que Encélado dispone de «todo lo necesario» para la vida

Un nuevo estudio profundiza en la química de la luna de Saturno y encuentra varias fuentes de energía y alimento capaces de dar sustento a diversas comunidades de organismos

Hace ya mucho tiempo que los astrónomos tienen la vista puesta en Encélado, una de las lunas más enigmáticas de Saturno. Años de estudio y de sobrevuelos de varias misiones espaciales (desde la Voyager, en los años 70, a la más reciente Cassini) han revelado un mundo helado, geológicamente activo y totalmente cubierto por una gruesa capa de hielo. Pero no solo eso. Encélado, que con sus cerca de 500 km de diámetro es la sexta mayor luna de Saturno, esconde bajo esa capa helada un océano de agua líquida. Un océano global y que se mantiene relativamente caliente debido a la más que probable presencia de fuentes hidrotermales, similares a las que existen en los fondos oceánicos de la Tierra.

Para colmo, en 2017 la NASA anunció que el análisis del vapor de agua que los potentes géiseres de la superficie del satélite expulsan al espacio había revelado la presencia de hidrógeno molecular (H2), una fuente potencial de alimento para numerosos tipos de microorganismos. Por todo ello, Encelado se considera como uno de los lugares más prometedores del Sistema Solar a la hora de albergar vida.

Ahora, en un nuevo trabajo capitaneado por Christine Ray, del Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Texas, y recién publicado en Science Direct, un equipo multidisciplinar de investigadores ha aplicado una serie de nuevos modelos para comprender mejor la química de Encélado. Y los resultados muestran que el océano subterráneo puede contener sustancias químicas capaces de dar sustento a una diversa comunidad de organismos vivientes.

"La detección de hidrógeno molecular (en los géiseres de Encelado) indica que en su océano hay energía libre disponible -afirma Ray-. En la Tierra, las criaturas aeróbicas, que respiran oxígeno, consumen energía de materia orgánica como glucosa y oxígeno para crear dióxido de carbono y agua. Los microbios anaeróbicos (los que no respiran oxígeno) pueden metabolizar el hidrógeno para crear metano. Toda la vida puede destilarse en reacciones químicas similares asociadas a un desequilibrio entre los compuestos oxidantes y reductores".

Dicho desequilibrio, explican los autores del estudio, crea un gradiente de energía potencial en el que, gracias a los procesos de reducción y oxidación, se transfieren electrones entre especies químicas, la mayoría de las veces con una especie sometida a oxidación y la otra a reducción. Se trata de procesos vitales para muchas funciones básicas de la vida, incluidas la fotosíntesis y la respiración.

Por ejemplo, el hidrógeno es una fuente de energía química que da sustento a los microbios anaeróbicos que viven en los océanos terrestres, cerca de las fuentes hidrotermales. En el fondo de nuestros océanos, en efecto, las chimeneas hidrotermales emiten fluidos calientes, ricos en energía y cargados de minerales que permiten prosperar a ecosistemas únicos, repletos de criaturas inusuales. Y varias investigaciones anteriores ya encontraron evidencia de chimeneas hidrotermales y desequilibrio químico en Encélado, lo que apunta claramente a condiciones habitables.

Otras posibilidades químicas para la vida

"Nos preguntamos si también otros tipos de rutas metabólicas podrían proporcionar fuentes de energía en el océano de Encélado -asegura la investigadora-. Pero como eso requeriría de un conjunto diferente de oxidantes que aún no hemos detectado en los géiseres, hemos construido un modelo químico para determinar si las condiciones tanto en el agua como en el fondo rocoso del océano serían capaces de apoyar estos procesos químicos".

Por ejemplo, los investigadores analizaron cómo la radiación ionizante que procede del espacio podría crear oxidantes, y cómo la geoquímica abiótica del propio océano y de su núcleo rocoso podría contribuir a los desequilibrios químicos necesarios para que tengan lugar los procesos metabólicos.

"Comparamos nuestras estimaciones de energía disponible con los ecosistemas de la Tierra -prosigue la investigadora- y determinamos que, en general, nuestros valores de metabolismo aeróbico y anaeróbico cumplen, e incluso superan, los requisitos mínimos. Estos resultados indican que la producción de oxidantes y la química de la oxidación podrían contribuir a mantener formas de vida y una comunidad microbiana metabólicamente diversa en Encélado".

Una vez identificadas las posibles fuentes de alimentos en la luna de Saturno, la siguiente cuestión es la de averiguar cuál es exactamente la naturaleza de los compuestos orgánicos complejos que podrían surgir del océano. Para ello, una futura misión espacial debería volar a través de las columnas de vapor de los géiseres de Encélado y poner así a prueba las predicciones de esta investigación sobre la abundancia de compuestos oxidados. Si es así, cabría la posibilidad de que en esa luna de Saturno existan extrañas formas de vida capaces de aprovechar esas fuentes de energía.


Fuentes: ABC

29 de octubre de 2020

Los indicios de vida en Venus reciben una fuerte crítica


Nuevos estudios apuntan a que posiblemente, aquel artículo sobre vida en Venus no fuera más que un error de medida.

“Consideramos que esta detección de fosfano en la atmósfera de Venus es incorrecta e invitamos al equipo de Greaves et al. a revisar su trabajo y considerar la corrección o retractación de su reporte original.”

Así termina el comunicado emitido por el equipo del experto Gerónimo Villanueva juntamente con su equipo de investigación. Dicho con otras palabras: aquellas pruebas de vida en Venus que dieron la vuelta al mundo hace apenas un mes podrían no ser más que un gran error. Unas palabras algo duras por las que el propio doctor Villanueva se disculpó unas horas después. En cualquier caso, si estas críticas se confirman los indicios de vida en Venus se esfumarían, devolviéndole a este planeta su fama de inhóspito.

Imagen de la orogenia venusiana. La paleta de colores muestra las elevaciones del terreno codificando el rojo las mayores altitudes y el azul los valles./Foto: NASA/Creative Commons

Durante sus nueve páginas, los veintisiete investigadores implicados, explican en detalle qué les ha llevado a tan tajante conclusión. 
Cierto es que el artículo todavía no ha sido publicado debidamente en una revista científica y no ha sido sometido aun a la imprescindible revisión por pares que requiere para ser considerado una prueba robusta en contra del trabajo de Greaves y su equipo. 
Sin embargo, se suma a un coro de voces críticas que ya llevaba tiempo cantando buenos argumentos.

Fue bonito mientras duró

El 14 de septiembre de 2020 la ciencia ficción hizo una incursión en la verdadera ciencia y nuestra imaginación voló recreando una atmósfera plagada de vida extraterrestre ni más ni menos que en nuestro vecino Venus. 
Nature acababa de publicar un estudio que afirmaba haber detectado fosfano (mediáticamente traducido como fosfina) entre 50 y 60 kilómetros por encima de la superficie del planeta. 
Lo revolucionario consistía en que el fosfano es un gas que puede producirse como resultado del metabolismo de algunas bacterias. 
Es más, las otras formas de obtener metano mediante procesos geoquímicos o reacciones relacionadas con la radiación solar no parecían ser capaces de explicar las cantidades encontradas (20 unidades de fosfina por cada mil millones de unidades de atmósfera)

Esto apuntaba tentadoramente a la existencia de vida en nuestro planeta vecino, sobre todo teniendo en cuenta que la altitud a la que había sido detectado tenía unas condiciones de presión y temperatura próximas a las terrestres, convirtiéndolo en un paraíso en medio del hostil clima venusiano. Aquellas afirmaciones eran dignas de pasar a la historia de la humanidad y necesitarían pruebas igual de excepcionales. 
La propia Jane Greaves es consciente de ello y desde el anuncio de su descubrimiento ha buscado que otros científicos revisen en detalle sus datos para asegurarse de que no haya ningún error en ellos. Unas semanas después los expertos que han estado buceando en los datos de Greaves parecen concluir que, por desgracia, no hay un error, sino varios en potencia.

El conflicto

Las primeras voces discordantes fueron las de Ngoc Truong y Jonathan I. Lunine. En su artículo publicado en el repositorio digital arXive tan solo 9 días después del anuncio de Greaves, sugería que las concentraciones de fosfano detectadas eran compatibles con un origen volcánico, completamente desvinculado con la vida. 
Por sí solo este artículo ya hace temblar las asunciones teóricas de las que partía Greaves, volviendo muy cuestionables sus conclusiones. No obstante, el problema podría ser incluso más radical. Tal vez el fosfano nunca estuvo ahí y todo ha sido un error de medida.

En esta línea han estado trabajando Ignas Snellen y su equipo. Estos investigadores han analizado los procedimientos seguidos por el grupo de Greaves para transformar los datos crudos medidos por los radiotelescopios de ALMA y el Telescopio James Clerk Maxwell. Un mal uso de las técnicas matemáticas que permiten reducir el ruido de las mediciones y buscar un patrón entre toda la información recibida pueden llevar a conclusiones diametralmente contrarias a las reales, y algo así parece haber sucedido. El estudio de Greaves decía haber encontrado indicios de fosfano con una seguridad de 15 sigmas, que en lenguaje común equivale a una fiabilidad abrumadoramente elevada. Sin embargo, con el análisis de Snellen esta seguridad había quedado por debajo de las 2 sigmas.

Más allá de los números, esto significa que los resultados de Greaves son “estadísticamente no significativos”, lo cual significa que estamos tan poco seguros de su validez que no deberíamos tenerlos en cuenta como prueba de nada. 
Finalmente, el equipo del Gerónimo Villanueva ha enviado a Nature un “Matters Arising”, un tipo de comunicación científica urgente comentando un artículo reciente considerado de gran importancia. En él, el equipo del doctor Villanueva solicita correcciones a Greaves y a Nature, así como la retractación del artículo en su totalidad. 
Su argumento es que, tras analizar los datos, consideran bastante probable que la medición hubiera sido hecha de forma incorrecta, habiendo llevado a confundir la señal de un gas llamado dióxido de azufre (muy presente en la atmósfera venusiana) con el ya popular fosfano.

Todos estos artículos deberán pasar los pertinentes controles antes de ser publicados en revistas científicas, mientras tanto son tan solo reflexiones interesantes. No obstante, el panorama no se presenta halagüeño para el equipo de Greaves y no sería de extrañar que pronto, Venus vuelva a ser el mundo infernal y desprovisto de vida que siempre había sido.

QUE NO TE MIENTAN:
  • El propio ALMA ha identificado un error en su sistema de calibración que podría haber contribuido a que los datos de Greaves tuvieran más ruido del esperado. Dicho de forma muy simplificada, el análisis estadístico realizado por el equipo de Greaves es sensible al ruido, siendo tendente a encontrar tendencias y patrones en conjuntos de datos donde realmente no los hay, algo que técnicamente recibe el nombre de “overfitting”. Estos dos factores unidos pueden explicar que encontraran una señal de fosfano donde realmente no había nada.
  • Este tipo de controversias es normal en la investigación científica. Cualquier nueva afirmación necesitará más de un estudio que la corrobore, habrá de ser replicada para asegurar no solo la falta de manipulación, sino que se esté midiendo realmente lo que queremos medir. El tiempo dirá si estas críticas son robustas y si comprometen realmente las afirmaciones del artículo original. Mientras tanto deberemos suspender nuestros juicios y evitar tomar partido por algo que, a todas luces, trasciende a la opinión.
REFERENCIAS (MLA):

Fuentes: La Razón

24 de septiembre de 2020

ANÁLISIS ¿De verdad Venus podría albergar vida?

Imagen compuesta de Venus a partir de datos de la nave espacial Magallanes de la NASA y del Pioneer Venus Orbiter.

La fosfina encontrada en el planeta no debería ser estable en su atmósfera, donde se oxidaría rápidamente a menos que, como en la Tierra, haya un suministro nuevo constante. Entonces, ¿por qué los autores del estudio la buscaban en un entorno tan poco prometedor? ¿Están seguros de haberla encontrado?

El planeta hermano de la Tierra, Venus, no ha sido considerado prioritario a la hora de buscar vida extraterrestre. Se cree que la temperatura de su superficie, de alrededor de 450 °C, es hostil incluso para los microorganismos más resistentes, y su atmósfera densa, sulfurosa y ácida ha mantenido la superficie casi completamente libre de naves espaciales visitantes.

Solo hemos podido echar un breve vistazo a su paisaje árido desde los dos módulos de aterrizaje rusos que llegaron a la superficie de Venus en la década de 1980. Por lo tanto, no es de extrañar que un informe publicado en Nature Astronomy sobre que los niveles superiores de la atmósfera de Venus contienen una molécula que es una posible señal de vida haya supuesto una especie de shock.

La molécula en cuestión es PH₃ (fosfina). Se trata de un gas tóxico altamente reactivo, inflamable y extremadamente maloliente, que se encuentra, entre otros lugares, en el estiércol de pingüino y en las entrañas de tejones y peces.

Está presente en la atmósfera de la Tierra solo en pequeñas cantidades, menos de unas pocas partes por billón, porque es rápidamente destruido por el proceso de oxidación. No obstante, el hecho de que esta molécula esté presente en nuestra atmósfera oxidante se debe a que es producida continuamente por microbios. Por lo tanto, se propone que la fosfina en la atmósfera de un planeta rocoso sea una señal sólida para la vida.

Leyendo entre líneas el informe, parece que el equipo no esperaba encontrar fosfina. De hecho, parecían estar buscando activamente su ausencia

No debería ser estable en la atmósfera de un planeta como Venus, donde se oxidaría rápidamente a menos que, como en la Tierra, haya un suministro nuevo constante. Entonces, ¿por qué los autores del estudio buscaban fosfina en un entorno tan poco prometedor? ¿Están seguros de haberla encontrado?

Leyendo entre líneas el informe, parece que el equipo no esperaba encontrar fosfina. De hecho, parecían estar buscando activamente su ausencia. Venus debía suministrar la “atmósfera de base” de un planeta rocoso, libre de una biofirma de fosfina. Los científicos que investigan exoplanetas rocosos podrían comparar las atmósferas de estos cuerpos con las de Venus, para identificar cualquier posible firma biológica de fosfina.

Trabajo de detective

Entonces, encontrar una concentración global de la molécula alrededor de 1 000 veces mayor que la de la Tierra fue algo sorprendente. De hecho, hizo que los autores realizaran una de las disecciones forenses más detalladas de sus propios datos que he visto.

El primer conjunto de datos se consiguió en junio de 2017 utilizando el telescopio de James Clerk Maxwell (JCMT) en Hawai e indicó de manera inequívoca la presencia de fosfina, por lo que se registró un segundo conjunto de datos, utilizando un instrumento diferente en un telescopio diferente.

Estas observaciones fueron tomadas en marzo de 2019, a mayor resolución espectral, utilizando el Atacama Large Millimeter Array(ALMA) en Chile. Los dos conjuntos de datos eran casi indistinguibles. La fosfina está presente en la atmósfera de Venus, con una distribución irregular en las latitudes medias, disminuyendo hacia los polos.


Pero, ¿de dónde ha salido? La materia prima para la fosfina es el fósforo, un elemento con una química bien conocida que sustenta muchas reacciones químicas posibles. El fósforo en la atmósfera de Venus fue medido por las sondas Vega (de la extinta Unión Soviética) y se encontró que se presenta como la molécula oxidada P₄O₆.

Al tratar de explicar la presencia de fosfina, la astrónoma Jane Greaves, de la Universidad de Cardiff y su equipo, utilizaron los datos de Vega y modelaron casi 100 reacciones químicas diferentes en la atmósfera para ver si podían recrear la fosfina que habían encontrado.

A pesar de hacerlo en condiciones variables (presión, temperatura, concentración de reactivo), encontraron que ninguno era viable. Incluso consideraron reacciones bajo la superficie, pero Venus tendría que tener una actividad volcánica al menos doscientas veces mayor que la de la Tierra para producir suficiente fosfina de esta manera.



Los autores no afirman haber encontrado evidencia de vida, solo de “química anómala e inexplicable”. Pero, como Holmes le dijo a Watson: “Una vez que eliminas lo imposible, lo que quede, por improbable que sea, debe ser la verdad”

¿Qué tal un meteorito que lleva la sustancia a Venus? También lo consideraron, pero encontraron que no permitiría las cantidades de fosfina que indican los datos. Además, no hay evidencia de un gran impacto reciente que pueda haber aumentado las concentraciones de fósforo atmosférico. El equipo también consideró si las reacciones con los rayos o el viento solar podrían crear fosfina en la atmósfera, pero descubrió que de esta manera solo se producirían cantidades insignificantes.

¿Dónde nos deja eso entonces? La fosfina está presente en la atmósfera de Venus en concentraciones muy por encima del nivel que puede explicarse por procesos no biológicos. ¿Significa eso que hay microbios presentes en la atmósfera de Venus, navegando a través de las nubes en gotas de aerosol, una trampa para moscas de Venus a microescala?
¿Evidencias de vida? Solo de “química anómala e inexplicable”

Los autores no afirman haber encontrado evidencia de vida, solo de “química anómala e inexplicable”. Pero, como Sherlock Holmes le dijo al Dr. Watson: “Una vez que eliminas lo imposible, lo que quede, por improbable que sea, debe ser la verdad”.

La presencia de metano como señal biológica en la atmósfera de Marte todavía es objeto de acalorados debates. Puede ser que los astrobiólogos que buscan vida más allá de la Tierra ahora tengan una señal biológica atmosférica añadida sobre la cual discutir.

La Agencia Espacial Europea está considerando actualmente una misión a Venus que determinaría su historia geológica y tectónica, incluida la observación de posibles gases volcánicos. Esto ofrecería una mejor idea de los compuestos que hay en la atmósfera de Venus. El nuevo estudio debería impulsar esta misión.



Fuente: TC, SINC
Derechos: Creative Commons.

1 de julio de 2020

Este nuevo sistema planetario es candidato para la búsqueda de vida extraterrestre

Este nuevo sistema planetario alberga con seguridad dos supertierras y hay indicios de una tercera, ubicada en la zona de habitabilidad.

En los últimos 25 años, se han detectado más de 4.000 planetas fuera de nuestro sistema solar. Lo que en 1995 fue un hito histórico hoy se ha convertido en algo relativamente frecuente. Sin embargo, cada uno de esos hallazgos sigue siendo de gran importancia. Además, algunos lo son especialmente. Es el caso del nuevo sistema planetario descubierto recientemente en el marco de la colaboración internacional RedDots, en la que participan tres centros españoles: el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y el Instituto de Ciencias del Espacio (ICE).

Es un descubrimiento importante por diversas razones, pero sobre todo porque cuenta con algunas de las condiciones necesarias para contener planetas susceptibles de albergar la vida.

‘Virtudes’ del nuevo sistema planetario

MARK GARLICK/PA WIRE Dada la cercanía a GJ 887, los planetas recién descubiertos tienen órbitas más cortas que la de Mercurio alrededor del Sol.

Este nuevo sistema planetario está “presidido” por la estrella GJ887, una enana roja ubicada a 10’7 años luz de nosotros.

Se encuentra a 10'7 años luz de nosotros 

Cuenta con varias diferencias en comparación a nuestro Sol. Por ejemplo, es mucho más pequeña, con aproximadamente la mitad de masa, y su temperatura es 2.100ºC más baja.
No obstante, es interesante por ella en sí y por los planetas que se han hallado a su alrededor. De momento se han detectado dos supertierras, bautizadas como GJ887b y GJ887c. Se les denomina con el término “supertierra” por tener una masa entre 1 y 10 veces superior a la de nuestro planeta. Concretamente, en estos casos es 4 y 7 veces mayor, respectivamente.

Ninguno se encuentra en la zona de habitabilidad, que hace referencia a la distancia concreta de su estrella en la que la temperatura es adecuada para albergar agua líquida y, con ella, vida. Sin embargo, el más grande se encuentra justo en el borde interno de esta región.

Además, aunque aún no se ha podido corroborar con seguridad, también han encontrado indicios de la existencia de una tercera supertierra, que sí que se encontraría en dicha área.

El sistema planetario compacto más cercano

Un nuevo sistema planetario se hace más interesante cuanto más cerca se encuentra del nuestro.
Este es muy importante en ese aspecto, ya que solo hay dos más cercanos: el de Próxima Centauri y el de Wolf359, ubicados a 4’2 y 7’9 años luz.


Es el tercer sistema planetario más cercano al nuestro
Sin embargo, cuenta con ventajas de las que no dispone ninguno de ellos. Para empezar, es más compacto, lo cual significa que los planetas se encuentran todos a poca distancia de su estrella.

Por otro lado, GJ887 es mucho más estable que las otras dos anfitrionas. Al contrario que la mayoría de enanas rojas, no cuenta con una actividad magnética muy intensa, por lo que sería más susceptible de albergar planetas con vida. Sus descubridores, cuyos hallazgos se cuentan en Science, llegaron a esta conclusión tras analizar los datos del
espectrógrafo HARPS y de otros instrumentos similares extraídos durante 20 años.


No han detectado fulguraciones, que pondrían en peligro la vida en alguno de sus planetas,
por lo que es una buena noticia.


Un puntito en el universo

Todas las cualidades antes mencionadas, junto al alto brillo aparente, que la sitúa como la enana roja más masiva de su entorno, convierten a esta estrella en un punto interesante en el que centrar la vista. O, más bien, los telescopios.

Y es que, gracias a instrumentos como el telescopio James Webb, cuyo lanzamiento se planea para el próximo año, se podría analizar la presencia de moléculas o atmósferas concretas en sus planetas, en busca de indicios de vida.
Han pasado 25 años, sí, pero la búsqueda de exoplanetas sigue arrojando candidatos muy interesantes.

Fuentes: hipertextual

6 de junio de 2018

Las tenebrosas consecuencias que no te cuentan de vivir y morir en Marte

Investigadores alertan sobre los riesgos de fundar una colonia permanente en este planeta. Tener hijos y vivir en comunidades supondría unos riesgos biológicos y morales muy importantes

Fotograma de «The Martian». Marte es un desierto helado, reseco, sin oxígeno, con poca gravedad y barrido por la radiación - Twentieth Century Fox | Vídeo: ¿Qué pasaría si viviéramos en el espacio?

Muchos han propuesto hacer las maletas para ir a Marte o a la Luna para evitar el apocalíptico futuro que parece esperarle a nuestro planeta. Mentes preclaras, como las del mismísimo Stephen Hawking, creían que la supervivencia a largo plazo de la humanidad pasaba por el espacio. Las naves y colonias espaciales eran para él un «seguro de vida» ante el riesgo de que caiga un gran asteroide en la Tierra o que el ser humano no pueda resolver importantes problemas, como el crecimiento demográfico descontrolado, la contaminación o el agotamiento de los recursos naturales. En esta línea, el magnate Jeff Bezos ha propuesto recientemente llevar la industria a la Luna, a pesar de que en la actualidad el coste de enviar un mero kilogramo allí y traerlo de vuelta tiene un coste astronómico.

Puede que la tecnología sufra una revolución increíble en las próximas décadas o siglos y que estos sueños se hagan realidad. Pero todavía así cabe una pregunta: ¿realmente querríamos vivir en Marte o en la Luna, en vez de en nuestro planeta azul? ¿Qué retos éticos y biológicos habría que afrontar? ¿Habría libertad y democracia en estas colonias espaciales? Un artículo recientemente publicado en la revista «Futures» se ha planteado estas cuestiones. Los autores, biólogos y filósofos de las Universidades de Rzeszow (Polonia) y Florida (EE.UU), y del Laboratorio Nacional de Biociencias (Brasil), concluyen que Marte pondrá a prueba la moral, la cultura y la propia naturaleza de la especie humana. Destacan, además, que allí será extremadamente difícil lograr algo fundamental tanto para el ser humano como para la colonización: la fundación de una familia.

«La reproducción en Marte sería necesaria para la superviviencia de la colonia y la expansión subsiguiente», escriben los autores del estudio en el artículo. En un principio, subrayan, sería clave que hubiera migración desde la Tierra, pero llegado un punto sería necesario que esto solo fuera una fuente complementaria. «Por desgracia, esta tarea plantea unos retos titánicos», prevén.

Las consecuencias de vivir en hipogravedad

Los más inmediatos son los biológicos. «Durante el viaje, los astronautas pueden padecer cinetosis, dolores de cabeza y de cuerpo, problemas genitourinarios (...) pérdida muscular y ósea, inmunosupresión, e incluso ceguera temporal», escriben los autores. La microgravedad, además, altera el sistema nervioso, la audición, la visión, y provoca cambios en el sistema cardiovascular. ¿Cómo podría lidiar con todo esto una mujer embarazada? ¿Afectaría un viaje de meses a una mujer que quisiera quedarse embarazada en Marte, tiempo después?


El astronauta Scott Kelly, durante su misión en la Estación Espacial Internacional, en 2015. Desde su salida de la Tierra, los colonos marcianos no volverían a disfrutar de la gravedad terrestre - NASA

Sobre todo porque, «(vivir en) una colonia marciana no facilitará la recuperación del astronauta a un estado de salud óptimo (...). La gravedad de Marte es 0,38 veces la terrestre, lo que indica que los astronautas permanecerán en hipogravedad durante toda su misión, o durante toda su vida». Por tanto, prosiguen los autores: «Asumimos que la mayoría de los astronautas jamás se recuperarán a un estado de salud similar al anterior al viaje, y que tendrán que adaptarse a nuevos parámetros de salud y bienestar». Es decir, a vivir con serias limitaciones físicas.

Embarazo en un entorno radiactivo

Todo esto sin contar con factores aún más peligrosos, como la necesidad de suministrar oxígeno de forma artificial o la posible exposición crónica a elevadas dosis de radiación, debido a la falta de escudo magnético en Marte. Otros investigadores han averiguado que solo un viaje de seis meses hasta Marte haría que los astronautas recibieran dosis de radiación de 300 milisieverts, 15 veces más que el límite de radiación anual permitido para trabajadores de centrales nucleares.

Los autores del estudio subrayan que no se conoce todavía cómo estos factores afectarían al embarazo. Por este motivo insisten en la necesidad de hacer más investigaciones en el espacio, por ejemplo en la Estación Espacial Internacional, para analizar los efectos de estas adversidades sobre los embriones y las madres.

También destacan que la edad de las madres marcianas puede convertirse en un problema, dado que las astronautas femeninas suelen comenzar ese trabajo con 32 años. Por eso, sugieren explorar lacriopreservación de gametos y embriones para facilitar la reproducción en el espacio de personas más mayores. Esto sería especialmente importante, porque recuerdan que la escasa gravedad también podría afectar a la producción de gametos y a la fertilidad.

Teniendo en cuenta estas dificultades y la complejidad y el peligro de vivir en una planeta extraño, los investigadores creen que «el proceso de tener niños puede ser apabullante», por lo que creen que para las familias será indispensable contar con apoyo de psicólogos, además de una sólida red de cuidados médicos.

¿Valores humanos en Marte?

Aparte de poner a prueba la biología, los investigadores creen que Marte pondrá a prueba las leyes y los principios morales terrestres. Allí, la dureza de las condiciones, el hecho de vivir en pequeñas colonias con un número limitado de compañeros y de hacerlo muy lejos de la Tierra, podrían cambiar los valores humanos. Creen que esto podría afectar a uno de los principios más fundamentales de la civilización occidental: el valor de la vida. ¿Podría ser que el interés de la comunidad prevaleciera sobre el del individuo?

Marte es un medio extremadamente hostil en el que los humanos podrían vivir dentro de colonias. Los investigadores prevén que esto transformará la moral y la ética humanas - Twentieth Century Fox

«Un ambiente hostil y con una población pequeña podría resultar en la elevación del valor del grupo sobre el valor del individuo», escriben los autores. Esto, según sostienen, podría modificar la mentalidad en lo relacionado con el aborto, la eutanasia de personas con enfermedades terminales o incluso en el sacrificio de personas por el bien de toda la comunidad. Por ejemplo, adelantan que la política de aborto en el espacio será más liberal que en la Tierra porque, por ejemplo, «el nacimiento de niños discapacitados sería muy perjudicial para la colonia».

También predicen que la libertad sexual se verá restringida. «Sospechamos que la práctica de asesoramiento genético, la selección cuidadosa de pareja o la restricción de derechos reproductivospodrían ser una estrategia necesaria para evitar la aparición de rasgos incompatibles con la vida en Marte durante las próximas generaciones». Esto, que indican que no debe confundirse con la eugenesia (la mejora de la calidad genética de la especie por medio de la reproducción selectiva), debe tener en cuenta sobre todo el valor del mestizaje y la importancia de impedir la consanguineidad.

¿Podría llegar este tipo de mentalidad a coartar la libertad de los individuos e instaurar un regimen antidemocrático? Los investigadores no contestan a esta pregunta, y reconocen que no se puede predecir qué podría ocurrir, puesto que no hay precedentes.

Una filosofía y una religión marcianas

Sí que prevén que los valores morales marcianos evolucionarán de forma distinta a los terrestres. Por eso, adelantan, una educación marciana será fundamental: Señalan que una estrategia podría ser «crear una «religión» marciana que dé sentido al hecho de vivir en Marte, promover la integración y la aceptación de la ciencia y la tecnología, potenciar el comportamiento altruista y conciliar los conceptos culturales y morales de astronautas de distintos orígenes». Las posibles desviaciones éticas de estos principios resultan espeluznantes.

Este futuro marciano, más bien distópico, no parece inmediato. La tecnología necesaria no ha sido desarrollada todavía y falta mucho para que se puedan hacer viajes numerosos, seguros y viables económicamente. Esto es importante, porque varios estudios han explicado que el tamaño mínimo de una colonia permanente está en los 500 individuos, para evitar los problemas de la consanguineidad. Otros tienen en cuenta la aparición de catástrofes o enfermedades, y sitúan esta cifra en un mínimo de 5.000 individuos. Dada la dureza del desierto radiactivo y frío que es Marte, este tamaño mínimo podría ser incluso mayor.

«Es muy improbable que una colonia humana en Marte llegue a ese número en las décadas siguientes a las primeras misiones (previstas como pronto para la década de los treinta)», escriben.

Si se pudiera colonizar Marte, los autores discuten que podría llegar un punto en que apareciera una nueva humanidad o incluso una nueva especie. Esto sería una prueba de la capacidad del hombre de dejar la Tierra y explorar el Universo. Pero las dificultades son enormes. Parece que uno de los retos será que al abandonar la Tierra el humano no deje de identificarse en un espejo.

Fuentes: ABC

19 de mayo de 2018

Evidencias de posible vida a 628 millones de kilómetros de la Tierra

Europa tiene geiseres que podrían albergar otro tipo de vida en nuestro sistema solar

La NASA ha confirmado la existencia de geiseres de más de 100 kilómetros de altura en Europa que podrían albergar algún tipo de vida. Esta luna de Júpiter, situada a 628 millones de kilómetros de la Tierra, es uno de los lugares más prometedores para la búsqueda de vida extraterrestre en nuestro sistema solar.

La Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) ha confirmado la existencia de geiseres en Europa, la luna de Júpiter, situada a 628 millones de kilómetros de la Tierra, que podrían potencialmente albergar algún tipo de vida.

Un géiser es un tipo especial de fuente termal que emite periódicamente una columna de agua caliente y vapor al aire. Los géiseres son bastante raros, requiriendo una combinación de agua y calor y fortuitas cañerías que sólo se da en pocos lugares de la Tierra. Sin embargo, no son un fenómeno exclusivo de nuestro planeta: se han observado también en Encédalo, la luna de Saturno.

Ilustración artística de Júpiter y Europa (en primer plano) con la nave espacial Galileo después de haber sobrevolado una pluma que sale de la superficie de Europa. Las líneas del campo magnético (representadas en azul) muestran cómo la pluma interactúa con el flujo ambiental del plasma de Júpiter. Los colores rojos en las líneas muestran áreas más densas de plasma. Credits: NASA/JPL-Caltech/Univ. of Michigan.


La confirmación de geiseres en Europa se ha obtenido revisando con modelos informáticos nuevos y avanzados los datos recopilados en 1997 por la nave espacial Galileo de la NASA, que habían apreciado una ligera desviación no explicada del campo magnético de Europa.

En 2012, el telescopio espacial Hubble, también de la NASA, había sugerido la existencia de plumas en la luna de Júpiter. En hidrodinámica, una pluma es una columna de un fluido moviéndose a través de otro.

Esa información del Hubble también fue analizada de nuevo y demuestra que el depósito de agua líquida subterráneo de la luna de Júpiter está vertiendo columnas de vapor de agua sobre su corteza helada. Los resultados se han publicado en la revista Nature Astronomy.

Júpiter es el quinto planeta del sistema solar y se formó incluso antes que el Sol. Es 1.317 veces mayor que la Tierra y su órbita se sitúa aproximadamente a unos 750 millones de kilómetros del Sol.

Europa es el sexto satélite natural de Júpiter en orden creciente de distancia y el más pequeño de los cuatro satélites descubiertos por Galileo en 1610. Europa está compuesta principalmente por silicatos, tiene una corteza de hielo de agua  y un probable núcleo de hierro y níquel. Cuenta con una tenue atmósfera compuesta de oxígeno, entre otros gases. 

Ligera distorsión

En 2014, la NASA informó de actividad geológica en Europa, la primera detectada en otro mundo distinto de la Tierra. En 2015, varios científicos anunciaron que la sal marina del océano subterráneo de Europa podía estar cubriendo algunas características geológicas de la luna de Júpiter, lo que sugiere que el océano está interactuando con el fondo del mar. Esto, se dijo entonces, podría ser importante para determinar si el satélite de Júpiter reúne condiciones para la vida.



Al igual que Encélado, la luna de Saturno, que también tiene geiseres, Europa es uno de los lugares más prometedores para la búsqueda de vida extraterrestre en nuestro sistema solar, señala ahora la NASA a partir de la información recuperada de 1997, cuando Galileo se acercó a sólo 206 kilómetros de la superficie del satélite de Júpiter.

En la rueda de prensa en la que los científicos de la NASA han anunciado el descubrimiento, explicaron que cuando la sonda Galileo sobrevolaba Europa aquel año, había detectado una ligera distorsión, pero importante, del campo magnético, así como un aumento rápido de la densidad del plasma, o gas ionizado, que atravesaba la nave espacial.

Las simulaciones informáticas han demostrado ahora que un geiser de más de 100 kilómetros de altura estaba emergiendo de una región relativamente caliente de la superficie de Europa, y que este fenómeno es el que explicaba las distorsiones del campo magnético y el aumento de la densidad del plasma por encima del geiser.





Nuevas misiones a Europa

La NASA aventura que este descubrimiento abre la vía a destinar otras misiones espaciales para explorar en el futuro la luna de Júpiter. Europa Clipper, otra misión de la NASA, está previsto que sea lanzada la próxima década para descubrir si la luna de Júpiter podría albergar algún tipo de vida.

Otra misión, llamada Jupiter Icy Moons, está previsto que sea lanzada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en la misma época, para sobrevolar Europa y otras lunas de Júpiter como Ganimedes y Calisto.

Teniendo en cuenta la demostración de plumas descubiertas hasta ahora, existen muchas posibilidades de que las nuevas misiones espaciales puedan obtener medidas directas de las plumas eyectando materiales del océano subterráneo hacia el espacio, lo que facilitará informaciones importantes para evaluar el potencial de vida en Europa, concluyen los científicos.



Fuentes: tendencias21

28 de diciembre de 2017

La NASA planea ya el primer viaje interestelar de la Historia

Pretende viajar a Alpha Centauri, la estrella más próxima al Sistema Solar, en 2069 para buscar signos de vida

Recreación artística del planeta Próxima b, cerca de su estrella. | Vídeo: Detectan al primer visitante llegado de otro sistema solar

A pesar de que la Humanidad no ha explorado aún a fondo algunos de los mundos más interesantes y prometedores de nuestro propio Sistema Solar, la NASA tiene ya la vista puesta en un objetivo mucho más lejano y ambicioso: el primer viaje interestelar.

Según ha revelado la revista New Scientist, en efecto, un grupo de investigadores del Jet Propulsion Laboratory acaba de presentar, en el marco de la Conferencia Anual de la Unión Geofísica Americana, celebrada en New Orleans, un plan para alcanzar el sistema de Alpha Centauri, la estrella más próxima a nosotros, a "solo" 4,3 años luz de distancia o, lo que es lo mismo, a casi 41 billones de km. de la Tierra.

La fecha elegida para la hazaña tampoco es casual. Será en 2069, justo cuando se cumplan cien años de la llegada del primer hombre a la Luna.

La idea, tan nueva que aún no tiene nombre, nació para cumplir un mandato presupuestario de 2016 que se refiere, precisamente, a la necesidad de "hacer progresos" en el desarrollo de los viajes interestelares. Si este plan se convierte finalmente en una misión oficial, la agencia espacial norteamericana explorará, en las próximas décadas, varias tecnologías capaces de acelerar una nave a una fracción significativa (se habla de un 10%) de la velocidad de la luz, lo que permitiría alcanzar Alpha Centauri en alrededor de unos 40 años. Muy poco tiempo si consideramos que, con la tecnología actual, tardaríamos más de 30.000 años en llegar hasta allí.

Alpha Centauri es un sistema formado por tres estrellas diferentes. Las dos principales, Alpha Centauri A y B, se orbitan mutuamente. Y la tercera, Próxima Centauri, que probablemente esté solo "de paso", es la estrella más cercana a nuestro Sol, su vecina inmediata.

Similar a la Tierra

Como se recordará, el sistema cuenta, por lo menos, con un planeta, Próxima b, que hace apenas unos meses hizo correr ríos de tinta en todo el mundo, ya que es muy similar a la Tierra. Rocoso y del mismo tamaño que nuestro propio mundo, Próxima b se encuentra, además, en la zona de habitabilidad de su estrella, es decir, a la distancia adecuada para que las temperaturas de su superficie permitan la existencia de agua líquida. Descubierto por el español Guillem Anglada Escudé, Próxima b se ha convertido, de hecho, en uno de los mejores exoplanetas candidatos a albergar vida. Y su cercanía, en términos espaciales, está agudizando el ingenio de la comunidad científica, que busca la mejor manera de llegar hasta él.

Anthony Freeman, el científico del JPL que presentó el proyecto durante la Conferencia de Nueva Orleans, explicó cuáles serían los objetivos científicos de la misión. El primero y más importante será buscar signos de vida en el sistema vecino, pero también se han incluido el estudio de la composición de la materia y la radiación que la nave encuentre en su camino a través del vasto espacio interestelar, así como la realización de experimentos que pongan a prueba la relatividad general. A su llegada a Alpha Centauri, la sonda deberá observar el sistema, determinar si contiene más planetas (algo que hoy no sabemos) y analizar tanto la atmósfera como la superficie de Próxima b en busca de agua y signos que revelen la presencia de vida.

Según el plan, unos años después del lanzamiento la NASA enviaría un gran telescopio al espacio profundo. Allí, se posicionaría de forma que la luz de Alpha Centauri roce nuestro sol, creando una "lente gravitacional" que nos permita obtener una vista completa del exoplaneta.

Luces que se encienden

Según ha declarado a New Scientist Stacy Weinstein-Weiss, autora principal del documento que plantea la misión, "podremos caracterizar la atmósfera. Y podremos ver el planeta, suponiendo que no esté cubierto de nubes". Las técnicas para detectar vida una vez en órbita incluyen la búsqueda de estructuras artificiales, el encendido y apagado de luces y la búsqueda de modificaciones de la tierra a gran escala.

Por supuesto, el mayor desafío para culminar con éxito la primera misión interestelar de la Humanidad pasa por desarrollar una tecnología de propulsión que sea realmente capaz de alcanzar el objetivo en un plazo de tiempo razonable. Una tecnología, por cierto, que aún no existe más que en el papel.

El equipo del JPL ha propuesto varias técnicas "prometedoras", desde la propulsión nuclear a motores de antimateria. Y, por supuesto, las velas solares impulsadas por láser, el mismo sistema que se propone utilizar en el Proyecto Starshot de Breakthrough Initiatives, avalado por el mismísimo Stephen Hawking y que consiste, precisamente, en enviar a Alpha Centauri un enjambre de micro naves de apenas unos centímetros de longitud.

Fuentes: ABC

12 de noviembre de 2017

Proxima Centauri y la historia de los cinturones de polvo.

El descubrimiento de cinturones de polvo en Proxima Centauri hace necesario entender mejor su historia. De esta manera, podemos enmarcar el hallazgo en su contexto.

Espectacular imagen de Fomalhaut tomada por el HST. Se puede apreciar la evolución del planeta Fomalhaut b. (Fuente: NASA)

En los años 80 no se conocían planetas en otras estrellas distintas del Sol. El único sistema planetario estudiado hasta entonces era el Sistema Solar. Fue entonces cuando algo empezó a cambiar, con la puesta en órbita de IRAS, el primer telescopio infrarrojo.

La sorpresa llegó enseguida, cuando los instrumentos del nuevo telescopio IRAS se estaban calibrando. Para ello, se enfocó a Vega, una estrella bien conocida, de la que no se esperaban sorpresas. Cuando apareció un exceso en el infrarrojo muchos pensaron que era un defecto fatal del dispositivo. Sin embargo, tras muchos test se verificó que el telescopio funcionaba correctamente.

El telescopio espacial IRAS detectó lo que se llama “un exceso en el infrarrojo”. Es decir, en el espectro de distribución de energía de una estrella aparecía un flujo en el infrarrojo superior al esperado.

Y, además, la estrella Vega no era la única; había otras más, muchas más. Por si fuera poco, en 1984 se consiguió obtener la primera imagen del disco que rodeaba a la estrella Beta Pictoris.

En unos años había cuatro famosas estrellas en las que se tomaron imágenes de discos. Las llamaron “Las Cuatro Fantásticas (The Fantastic Four)”: Beta Pictoris, Vega, Fomalhaut y Epsilon Eridani.

Imagen del planeta de Beta Pictoris b (Centro) sobre la imagen del disco de debris de la estrella (Fuente: ESO. Crédito: Lagrange, 2008).

Se comprendió enseguida que los discos de escombros (debris) eran el remanente del proceso de formación del sistema planetario, en el que ya no quedaba gas. En estos discos de escombros se producían colisiones en cascada que terminaban produciendo un polvo que emitía intensamente en el infrarrojo.

Llegaron nuevos telescopios espaciales en el infrarrojo medio y lejano, como el ISO, que en los 90 amplió el número de estrellas que mostraban un “exceso en el infrarrojo”.

La llegada del telescopio Spitzer aportó nuevas imágenes de discos durante su fase criogénica (2003-2009). Fue capaz de resolver el disco que rodeaba a muchas estrellas. Pero fue realmente Herschel (2009-2013), con su apertura de 3,5 metros, el telescopio espacial que permitió que ahora se conozcan cientos de discos de escombros (debris) similares comparables con nuestro cinturón de Kuiper.


Imagen del disco de Epsilon Eridani en la banda submilimétrica. (Fuente: SCUBA. JCMT. Jane Greaves.)

Muchas de la estrellas grandes (A) tienen discos. La mejora de las técnicas de imagen de alto contraste permitió identificar planetas en ellas: Fomalhaut, Beta Pictoris, HR 8799, HD 95086, etc. proporcionando imágenes espectaculares.

Esquema del sistema Epsilon Eridani comparado con el Sistema Solar. (Fuente: NASA JPL Caltech)

En las estrellas pequeñas (M) apenas se detectaban discos. Quizá si los hay, pero no son lo suficientemente grandes para poder detectarlos. Estaba el caso de GJ 581 y Au Mic.

En las estrellas del tipo solar (FGK) los resultados estadísticos eran que un 16%-22% podían tener discos. Parece que hay cierta correlación entre la presencia de discos y planetas pequeños. Resultaba que las estrellas con exoplanetas no muy grandes (< 100 masas terrestres) suelen tener discos. En las que tenían gigantes gaseosos se sospecha que de alguna forma los destruyen. Tengamos en cuenta (modelo de Niza) que posiblemente los gigantes gaseosos dejaron el Cinturón de Kuiper en un 1% de lo que fue en su origen.

Tau Ceti, 82 G. Eridani (HD 20794), 61 Vir, HD 69830, HD 38858 son casos de estrellas del tipo solar con discos y posibles planetas pequeños. Hay casos más difíciles, como Epsilon Eridani, que parece que tiene un gigante gaseoso y enormes cinturones.

Actualmente, los telescopios espaciales en el infrarrojo IRAS, ISO, el Spitzer criogénico y Herschel han dejado de funcionar. Sin embargo, ahora tenemos a ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) un sistema interferométrico de antenas instaladas en el desierto de Atacama.

Imagen del disco de HR 8799, sistema famoso por tener 4 planetas obtenidos por Imagen de al ta resolución (Fuente: NASA JPL_Caltech)

Cuando se obtienen imágenes en el infrarrojo lejano la localización del verdadero anillo, con los planetesimales, no es clara. Y es que en el infrarrojo se ve el polvo que generan las colisiones entre los cuerpos y este polvo se mueve por, por ejemplo, la radiación o el viento estelar. ALMA sin embargo, estudia el polvo en la escala del milímetro y es sensible a partículas más grandes que los telescopios infrarrojos, De esta manera, los resultados estarán más cerca de la localización real de los discos de escombros.

Imagen de un disco protoplanetario obtenida con ALMA. No confundir con un disco de escombros (Debris), que describe una fase posterior a la formación de planetas (Fuente: ALMA)

Y conociendo realmente bien dónde están los cinturones de planetesimales se pueden identificar resonancias o procesos que permitan intuir dónde están los planetas.

Y ahora volvamos sobre Proxima Centauri:
  • Los cinturones detectados en Proxima Centauri son bastante débiles. El cinturón principal (1-4 UA), podría tener una masa similar al Cinturón de Kuiper. 
  • Para confirmar el disco más externo (30 UA) se necesita más información pero, si se confirma, sería un extraño cinturón no comparable con nada del Sistema Solar. Se han detectado casos parecidos, como el cinturón de la cercana estrella Groombridge 1618. Esta estrella tiene un extraño anillo muy frío.
  • El extraño objeto a 1,6 UA hace volar nuestra imaginación. La posibilidad de que sea un gran planeta que, por su lejanía, haya pasado desapercibido para las campañas de velocidad radial no deja de ser sugerente, aunque quizá debería tener menos de 100 masas terrestres. Seamos cautos. Tenemos el ejemplo de la estrella con planetas (55 Cancri), en la que se detectó un “exceso en el infrarrojo” con IRAS que luego (en 2002) terminaron siendo galaxias lejanas que aparecían en el fondo. Es verdad. Estas situaciones que se produjeron con IRAS son mucho menos probables con un sistema de la potencia de ALMA. No obstante, sería muy interesante estudiar nuevamente el sistema con ALMA, para ver si los objetos siguen mostrándose pasados unos meses.
  • Los resultados del equipo Red Dots deberían mostrarnos si es posible confirmar la presencia de ese planeta Proxima c, que podría estar relacionado con el más interior y caliente de los cinturones (0,4 UA) 
Finalizando, lo único que tengo claro es que el sistema de Proxima Centauri renueva su interés. Cada vez me emociona más.

Sigamos atentos.

Relación sistemas resueltos a menos de 10 parscs (33 años luz). Se echan de menos Groombridge 1634 (4 parsecs) y 82 G. Eridani (6 pasecs). Quizá el autor considera que no se ha alcanzado un resolución completa de esos discos.
(Fuente: https://www.circumstellardisks.orgp)

2011. Herschel detecta débiles cinturones con una luminosidad reducida, similar a la del Cinturón de Kuiper, pero mucho más fríos. Entre otras, destaca la cercana estrella Groombridge 1618.
https://arxiv.org/abs/1110.4826

2012. Wyatt resuelve con Herschel el disco de la cercana estrella 61 Vir usando el telescopio Herschel. Además analiza la relación entre la presencia de discos y planetas.
https://arxiv.org/abs/1206.2370

2014. Herschel observa el disco de Tau Ceti.
https://arxiv.org/abs/1408.02791

2015. Kennedy muestra los discos de algunas estrellas cercanas (incluyendo la cercana estrella 82 G. Eridani) analizando la relación entre los discos y sus planetas.
https://arxiv.org/abs/1503.02073

2016. Montesinos explica que un 22% de las estrellas del tipo solar (FGK) podrían tener discos. La introducción del paper es muy interesante.
https://arxiv.org/abs/1605.05837

2016. ALMA observa el cercano sistema Tau Ceti.
https://arxiv.org/abs/1607.02513

2017. ALMA observa el cercano sistema Epsilon Eridani.
https://arxiv.org/abs/1705.01560

2017. ALMA observa el disco de 61 Virginis, un sistema con exoplanetas.
https://arxiv.org/abs/1705.01944

2017. Estudio del disco de Fomalhaut con ALMA.
https://arxiv.org/abs/1705.05867

2017. Cinturones de polvo en Proxima Centauri con ALMA.
https://arxiv.org/abs/1711.00578

Fuentes: Exoplanetas

17 de julio de 2017

¿Quién está enviando señales de radio desde la estrella Ross 128?

La imagen muestra las estrellas estudiadas por el equipo de astrónomos de Arecibo. Sobre Ross 128 aparece la palabra "¿QUÉ?". - PHL /UPR Arecibo/Aladin Sky Atlas

Emitida a 11 años luz de distancia, los astrónomos tratan de encontrar una explicación a su origen

La historia parece repetirse una y otra vez. Un equipo de investigadores (del Observatorio de Arecibo, en Puerto Rico) ha vuelto a detectar, en efecto, una "extraña señal de radio" procedente del espacio. La fuente, en esta ocasión, es la estrella Ross 128, una enana roja que se encuentra apenas a 11 años luz de distancia. Los científicos tratan de buscar una explicación, incluso han conseguido más tiempo de observación con el gran telescopio para llevar a cabo la tarea. Es pronto, aseguran, para decir que la emisión sea intencionada y proceda de una inteligencia extraterrestre. Aunque nadie se atreve a descartar la posibilidad.

Fue el pasado 12 de mayo. Un equipo de científicos del Laboratorio de Habitabilidad Planetaria llevaba cerca de un mes usando en gran telescopio de Arecibo, en Puerto Rico, uno de los mayores radiotelescopios del mundo, en una campaña de observación de enanas rojas cercanas. Estas observaciones pueden aportar valiosa información sobre el tipo y la intensidad de la radiación alrededor de esas estrellas, e incluso dar pistas sobre la presencia de objetos a su alrededor, como asteroides o planetas. Las observaciones se estaban llevado a cabo en la banda C (entre 4 y 5 GHz). Y justo ese día, el astrobiólogo Abel Méndez y sus colegas detectaron algunas "peculiares señales" de radio procedentes de una de las estrellas que estaban estudiando.

No se ha descubierto (hasta ahora) ningún planeta alrededor de Ross 128, una pequeña estrella que es 2.800 veces menos brillante que el Sol y que se encuentra próxima a la Tierra. Las señales consistían en una serie de pulsos de banda ancha y casi periódicos, muy similares a las que emiten algunos de nuestros satélites, aunque Méndez asegura que no se trata de una interferencia local, ya que la señal procede únicamente de esa estrella. Para estar seguros, los investigadores buscaron la misma señal en una serie de estrellas contiguas a Ross 128, pero ninguna de sus observaciones mostraron nada similar.


"El campo de visión del observatorio de Arecibo -explica Méndez- es lo suficientemente amplio, por lo que existe la posibilidad de que las señales no fueran causadas por la estrella, sino por otro objeto que estuviera en la misma línea de visión". Además, "algunos satélites de comunicaciones transmiten en las mismas frecuencias que nosotros observamos".

Para los científicos, podría haber tres posibles explicaciones para estas señales de radio: podría tratarse de emisiones procedentes de llamaradas del Tipo II de la propia estrella, o bien de emisiones de otro objeto en el mismo campo de visión de Ross 128, o incluso de un fogonazo de los motores de un satélite científico terrestre en una órbita muy alta, ya que los de órbitas bajas parecerían moverse muy rápidamente y saldrían casi de inmediato del campo de visión del telescopio. Por desgracia, la intensidad de las señales es demasiado baja como para que puedan detectarse con otros telescopios y el único que podría hacerlo, el FAST chino, está ahora en periodo de revisión y calibración.

Mensaje extraterrestre

Sin embargo, ninguna de las tres posibles explicaciones está exenta de problemas. Por ejemplo, las llamaradas del Tipo II normalmente ocurren en frecuencias mucho más bajas, y la dispersión de las señales sugiere un origen mucho más difuso, como podría ser la atmósfera de la estrella. Por otra parte, no hay muchos objetos en el mismo campo de visión de Ross 128, y tampoco se ha visto nunca a un satélite emitir llamaradas como esa. Por supuesto, también está presente la opción de un posible mensaje extraterrestre, aunque para los investigadores esta posibilidad ocupa el último lugar de la lista de posibles explicaciones.

"Sin embargo -asegura Méndez- tenemos aquí un misterio abierto, y las tres explicaciones principales son, en estos momentos, tan válidas como cualquier otra". Afortunadamente, el equipo de Méndez ha conseguido más tiempo de uso del telescopio de Arecibo para tratar de aclarar el origen y la naturaleza de las extrañas emisiones de radio. "El éxito, explica el astrobiólogo- sería encontrar de nuevo la señal justo en la ubicación de la estrella, y no solo en sus alrededores. Si no lo conseguimos, el misterio se hará más grande".

Por su parte, astrónomos del SETI, organización que se dedica a buscar activamente pistas de posibles inteligencias extraterrestres, aseguran que su grupo "es muy consciente de las señales" de Ross 128, y no descartan utilizar su potente telescopio (el Allen Telescope Array, en California), para comprobarlas por su cuenta. De una forma o de otra, muy pronto habrá más resultados.

Que sabemos de Ross 128

 Ross 128 (GJ 447 / HIP 57548 / LHS 315) es una estrella de magnitud aparente +11,16 en la constelación de Virgo, situada cerca de la eclíptica al sur de Zavijava (β Virginis). A 10,91 años luz de distancia, es actualmente la décimo-segunda (o duodécima) estrella más próxima al Sistema Solar y la más cercana en la constelación de Virgo. Fue descubierta en 1925 por el astrónomo Frank Elmore Ross e incluida en su «Segunda lista de nuevas estrellas con movimiento propio».


Como tantas otras estrellas de nuestro entorno, Ross 128 es una tenue enana roja cuyo tipo espectral es M4.5V. Tiene una temperatura efectiva de 2966 K y una masa de 0,16 - 0,18 masas solares. Su radio equivale al 22% del que tiene el Sol y la medida de su velocidad de rotación proyectada da un valor igual o inferior a 2 km/s. Presenta un contenido metálico comparable al solar, siendo su índice de metalicidad [Fe/H] = -0,00. Con una luminosidad en torno al 0,029% de la luminosidad solar, es una estrella fulgurante, conocida también por su nombre de variable FI Virginis. 

Dentro de este tipo de estrellas, se la considera más evolucionada que Próxima Centauri, siendo las erupciones menos frecuentes que en esta última. Asimismo, se ha detectado polvo alrededor de Ross 128.

Ross 128 tiene una edad estimada de 500 millones de años. Forma parte de la corriente de estrellas de la Asociación estelar de la Osa Mayor, amplio grupo que también incluye otras enanas rojas cercanas como EV Lacertae o DS Leonis.

Los sistemas estelares más próximos a Ross 128 son Wolf 359 y Wolf 424, ambos a unos 4 años luz de distancia.



Fuentes: ABC, Da tu opinión