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21 de septiembre de 2017

El Hubble descubre un objeto único en el Sistema Solar

Impresión artística del asteroide binario - ESA
Se trata de dos asteroides que orbitan entre sí y tienen características de un cometa, como una cabellera brillante y una larga cola
El Telescopio Espacial Hubble de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) ha observado un objeto único en el Sistema Solar, dos asteroides que orbitan entre sí y exhiben características semejantes a un cometa, como una larga cola y una cabellera (coma) brillante. Resulta el primer asteroide binario conocido que también ha sido clasificado como un cometa. La investigación se presenta en un artículo publicado en la revista Nature esta semana.

Imagen del asteroide binario 288P- ESA


En septiembre de 2016, justo antes de que el asteroide 288P hiciera su aproximación más cercana al Sol, se situó lo suficientemente cerca de la Tierra como para permitir a los astrónomos una visión detallada gracias al Hubble.

Las imágenes de 288P, que se encuentra en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, revelaron que en realidad no era un solo objeto, sino dos asteroides de casi la misma masa y tamaño, orbitando entre sí a una distancia de unos 100 kilómetros. Ese descubrimiento fue en sí mismo un hallazgo importante. Debido a que se orbitan entre sí, se pueden medir las masas de los objetos en esos sistemas.

Pero las observaciones también revelaron actividad en curso en el sistema binario. «Detectamos indicaciones fuertes de la sublimación del hielo de agua debido al aumento del calor del Sol, similar a cuando se crea la cola de un cometa», explica Jessica Agarwal, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar , Alemania y autora principal de la investigación. Esto convierte a 288P en el primer asteroide binario conocido que también se clasifica como un cometa del cinturón principal.

Entender el origen y la evolución de los cometas del cinturón principal -asteroides orbitando entre Marte y Júpiter que muestran actividad similar a un cometa - es un elemento crucial en nuestra comprensión de la formación y evolución de todo el Sistema Solar. Estos objetos pueden ayudar a contestar cómo llegó el agua a la Tierra. Dado que sólo se conocen unos pocos objetos de este tipo, para los científicos 288P se presenta como un sistema extremadamente importante para futuros estudios

.Desde hace 5.000 años

Las características de 288P, como la separación de los dos componentes, el tamaño prácticamente igual de ambos, la elevada excentricidad y la actividad similar a un cometa, lo hacen único entre los pocos asteroides binarios conocidos en el Sistema Solar. La actividad observada de 288P también revela información sobre su pasado, señala Agarwal: «El hielo superficial no puede sobrevivir en el cinturón de asteroides para la edad del Sistema Solar, pero puede ser protegido durante miles de millones de años por un manto de polvo refractario».

A partir de esto, el equipo llegó a la conclusión de que 288P ha existido como un sistema binario desde hace solo unos 5.000 años. «El escenario de formación más probable de 288P es una ruptura debido a la rotación rápida. Después de eso, los dos fragmentos pueden haber sido separados aún más por la rotación de sublimación».

El hecho de que 288P sea tan diferente de todos los otros asteroides binarios conocidos plantea algunas preguntas acerca de si no es sólo una coincidencia que presenta tales propiedades únicas. Como encontrar 288P incluyó mucha suerte, es probable que siga siendo el único ejemplo de su tipo durante mucho tiempo. «Necesitamos más trabajo teórico y observacional, así como más objetos similares al 288P, para encontrar una respuesta a esta pregunta», concluye la investigadora.

Fuentes: ABC

6 de septiembre de 2017

(las Voyagers) Los planetas, historias de los descubrimientos

Excelente documental de la BBC, que nos relata con detalles la historia de como la humanidad conoció de cerca por primera vez los planetas, gracias a la nave Voyager, la cuál marcó época. Antes de la Voyager los planetas que flotaban alrededor de nuestro sistema solar estaban fuera del alcance de los ojos de los astrónomos, de los planetas los cientí­ficos solo poseí­an imágenes borrosas pero en diciembre de 1973 la humanidad tuvo su primer encuentro con Júpiter. El documental nos relata la historia paso a paso de los descubrimientos de estos planetas, desde la mirada de Galileo a las lunas de Júpiter en 1610 hasta los viajes a Urano y Neptuno realizados a finales del siglo XX. Admira el papel que los planetas jugaron al formarse el vasto disco de estrellas dentro de nuestro sistema solar tal como lo conocemos. Anillos de radiación, lunas de magnetosferas, cada una forma parte del corazón de nuestro sistema solar revelando sus secretos sólo a las valientes misiones que se han realizado.

Fuentes: documaniatv

El increíble viaje de las Voyager, los artefactos humanos que han llegado más lejos

"La pareja de naves fue lanzada hace ahora cuarenta años y todavía envía datos puntualmente. Una de ellas ya ha abandonado el Sistema Solar para adentrarse en el espacio interestelar"
Vídeo: Las Voyager cumplen 40 años llamando diariamente a Tierra - NASA

Cuando fueron lanzadas hace cuarenta años desde Cabo Cañaveral en Florida (EE.UU.) muy pocos habrían apostado que hoy permanecerían en activo, enviando información a la Tierra puntualmente, durante tanto tiempo. Las Voyager 1 y 2 de la NASA se han convertido en dos naves míticas. La primera ya se encuentra en el espacio interestelar y la segunda está a punto de cruzar la frontera del Sistema Solar, convirtiéndose en los objetos creados por el hombre que han llegado más lejos.

«Nadie sabía, cuando las lanzamos (las sondas) hace 40 años, que todo seguiría funcionando y que íbamos a continuar este viaje de pioneros», afirmaba con orgullo Ed Stone, líder científico del proyecto.

La Voyager 2 emprendió su camino el 20 de agosto de 1977, seguida por su gemela el 5 de septiembre. Pero la 1 fue colocada en una trayectoria más corta y rápida, lo que le permitió tomar ventaja. Ahora se encuentra en el espacio interestelar volando a casi 17 kilómetros por segundo, mientras la 2 lo hace a poco más de 15, lo que las convierte también en las naves más rápidas jamás construidas.


La misión Voyager no sólo tuvo que hacer frente a los rigores del espacio para sobrevivir. El presupuesto era escaso y la tecnología de exploración todavía muy limitada. Por ejemplo, para evitar que los cables se quedará fritos bajo el efecto de la radiación, un científico los envolvió en un vulgar papel de aluminio para cocinar.



Logros inmensos

A pesar de estos inconvenientes, la pareja cósmica ha logrado mostrar el Sistema Solar con una precisión sin precedentes. Las primeras imágenes de la Gran Mancha Roja de Júpiter, una tormenta gigantesca más grande de la Tierra, entusiasmaron a los científicos. «En ese momento eran mejores imágenes de las que cualquier telescopio terrestre podía ofrecer», recuerda Alan Cummings, un investigador que trabajó en el proyecto en 1973.

La misión Voyager también reveló la existencia de volcanes en Io, luna de Júpiter, la existencia de un océano bajo la superficie de la luna Europa, y mostró que los géiseres escupen hielo en Tritón, satélite de Neptuno. En definitiva, los libros de astronomía fueron reescritos gracias a las sondas. «Han revolucionado la astronomía planetaria», dice la NASA.

Además la Voyager 1 es la autora de una foto única, tomada el Día de San Valentín de 1990, en la que la Tierra aparece como un pequeño punto, una mota de polvo en un rayo de luz, menos de un píxel en la inmensidad del espacio. «Esta perspectiva subraya nuestra responsabilidad de preservar y apreciar este pequeño punto azul claro, la única casa que hemos conocido», dijo entonces astrónomo y divulgador Carl Sagan, que participó en el proyecto.

Adiós Sistema Solar

La Voyager 1 es, de las dos naves, la que se encuentra más lejos. Entró en el espacio interestelar el 25 de agosto de 2012, aunque la hazaña no fue confirmada hasta un año después porque los expertos de la NASA querían estar completamente seguros de los datos antes de darlos a conocer. Ahora, la nave estaba a casi 20.900 millones de kilómetros de la Tierra. Si pudiéramos viajar a la velocidad de la luz, tardaríamos 19 horas y 20 minutos en llegar allí.

Ambas naves pueden producir suficiente energía para sobrevivir y comunicarse hasta 2020, según estimaciones de la NASA, momento en el que sus generadores termonucleares de plutonio 238 se agoten por completo. Dentro de casi 40.000 años todavía no habrán alcanzado otra estrella y se encontrarán a 1,7 años luz de una en la constelación de la Osa Menor. Entonces, serán objetos inertes pero seguirán portando información sobre la civilización que las envió al espacio.

Rock y nuestra dirección

Gracias al disco de oro que llevan encima, si algún día unas criaturas inteligentes descubren las sondas podrán conocer información esencial sobre la humanidad e incluso pistas para encontrarnos, datos que compiló Sagan.

Los discos incluyen sonidos grabados como el canto de las ballenas, música como el «Johnny B. Goode» de Chuck Berry, las composiciones de Sebastian Bach, y ritmos de los aborígenes de Australia, Perú, Zaire y Japón. También hay imágenes, desde fórmulas matemáticas al cuerpo humano, y cosas más triviales como comida china, un aeropuerto o el interior de una fábrica. Información para decirle a otros quién vive en esa pequeña mota de polvo que un día nos mostraron las Voyager.

Fuentes: ABC

22 de julio de 2017

Dudas sobre el “Planeta Nueve” y evidencias sobre un “Planeta Diez”

¿Existe realmente el Planeta Nueve del Sistema Solar? Crédito: A. Cuadra/Science.

A comienzos de 2016, los astrónomos hicieron una asombrosa afirmación: Un planeta gigante está rondando los bordes más lejanos del Sistema Solar. El Planeta Nueve, como fue llamado, estaba demasiado lejos como para verlo directamente. Por lo tanto, su existencia fue inferida de la manera en que su gravedad habría “acomodado” seis mundos congelados en órbitas agrupadas.

Desde entonces, el caso del Planeta Nueve ha sido reforzado por otra evidencia, como una inclinación peculiar del eje de giro del Sol, junto con unos pocos más de estos extraños objetos que tiene órbitas alargadas de más de 4.000 años y nunca se acercan al Sol más que Neptuno. Ahora, un sondeo ha encontrado cuatro más de estos objetos extremos. El problema: ellos no muestran la agrupación delatora. Este es un golpe importante para los fanáticos del Planeta Nueve.

“No encontramos del agrupamiento de órbitas necesario para la hipótesis del Planeta Nueve en nuestro sondeo completamente independiente”, dice Cory Shankman, astrónomo de la Universidad de Victoria en Canadá y miembro del OSSOS (Outer Solar System Origins Survey), el que desde 2013 ha descubierto más de 800 objetos cerca de Neptuno usando el Telescopio Canadá-Francia-Hawái en Hawái. En un artículo, el equipo OSSOS describe ocho de sus descubrimientos más lejanos, incluyendo cuatro del tipo usado para hacer el análisis inicial del Planeta Nueve.

Tres de los cuatro nuevos objetos tienen órbitas consistentes con un Planeta Nueve. El cuarto, un objeto llamado 2015 GT50, parece inclinar el conjunto completo de mundos de OSSOS hacia una distribución aleatoria. Pero eso no es necesariamente un golpe de gracia, dice Scott Sheppard, astrónomo de la Institución Carnegie de Ciencia en Washington, D.C., quien estuvo entre los primeros en sospechar de un gran planeta en el Sistema Solar. “Siempre esperamos que habría algunos que no encajarían”, dice.

El equipo de OSSOS dice que cualquier agrupación aparente en sus nuevos objetos es probable que sea el resultado de un sesgo en el sondeo. Si patrones y la ubicación de un telescopio, por ejemplo, determina qué zonas del cielo puede observar y cuándo. También es más difícil ver objetos tenues en áreas brillantes del cielo como el centro galáctico.

Tales sesgos hacen que OSSOS tenga mayor probabilidad de encontrar objetos en regiones que apoyan la hipótesis del Planeta Nueve, dice Michele Bannister, miembro del equipo OSSOS. Cuando el equipo corrige tal efecto, la agrupación aparente se desvanece. En contraste, dice el equipo OSSOS, muchos detalles de los sondeos tras los seis objetos originales no han sido publicados, haciendo imposible comprender sus sesgos.

Hasta ahora, los astrónomos han encontrado solo una docena de los objetos más lejanos de la supuesta esfera de influencia del Planeta Nueve. Hallar más objetos podría ayudar a resolver la pregunta. La evidencia más directa de todas sería obtener una imagen real del Planeta Nueve, que otros sondeos esperan captar.

Un décimo “planeta”

Ilustración artística del Planeta Diez. Crédito: Heather Roper/LPL.




Pero no todo son malas noticias para la familia del Sistema Solar. Una nueva investigación de las órbitas de planetas menores apunta a que podría haber un “objeto de masa planetaria” merodeando mucho más cerca del Sol que el Planeta Nueve.

En el estudio, Kat Volk y Renu Malhotra del Laboratorio Lunar y Planetario (LPL) de la Universidad de Arizona, presenta convincente evidencia de un cuerpo planetario aún no descubierto con una masa comprendida entre la de Marte y la Tierra. Esa misteriosa masa, muestran los autores, ha revelado su presencia solo por el control que ejerce sobre los planos orbitales de una población de rocas conocida como objetos del cinturón de Kuiper (KBO), en las periferias heladas del Sistema Solar.

Aunque la mayoría de los KBO –restos sobrantes de la formación del sistema solar– orbita el Sol con inclinaciones orbitales que se aproximan a lo que los científicos planetarios llaman plano invariable del Sistema Solar, los KBO más distantes no lo hacen. Su plano promedio está inclinado respecto del plano invariable en aproximadamente ocho grados, descubrieron Volk y Malhotra. En otras palabras, algo desconocido modifica el plano orbital promedio del Sistema Solar exterior.

“La explicación más probable para nuestros resultados es que hay masa no observada”, dice Volk, estudiante posdoctoral en LPL y autor principal del estudio. “Según nuestros cálculos, sería necesario algo tan masivo como Marte para causar la distorsión que medimos”.

Para el estudio, Volk y Malhotra analizaron los ángulos de inclinación de los planos orbitales de más de 600 objetos del cinturón de Kuiper a fin de determinar la dirección común alrededor del que estos planos orbitales precesan. “Precesión” se refiere al lento cambio o bamboleo en la orientación de un objeto en rotación.

“Hay un rango de incertidumbres para la distorsión medida, pero no hay más de uno o dos por ciento de posibilidades de que esta distorsión sea solamente una casualidad estadística de la muestra observacional limitada de KBO”, explica Volk.

Según los cálculos del equipo, un objeto con la masa de Marte que orbite a unas 60 UA (unidad astronómica, la distancia media entre el Sol y la Tierra) del Sol en una órbita inclinada aproximadamente ocho grados (en relación al plano promedio de los planetas conocidos) tendría suficiente influencia gravitatoria para deformar el plano orbital de los KBO lejanos que se encuentren a 10 UA del hipotético planeta o menos.

“Los KBO distantes observados están concentrados en un anillo de aproximadamente 30 UA de ancho y sentirían la gravedad de tal objeto de masa planetaria con el paso del tiempo, así que la hipótesis de una masa planetaria que cause la distorsión observada no es irracional a lo largo de esa distancia”, dijo Volk.

Esto descarta la posibilidad de que el objeto postulado en este caso corresponda al hipotético Planeta Nueve, cuya existencia ha sido sugerida con base en otras observaciones. Se predice que ese planeta es mucho más masivo (unas 10 veces la masa de la Tierra) y que se encuentra a entre 500 y 700 UA, a cuya distancia no influenciaría estos KBO.

Dado que un planeta, por definición, debe haber limpiado su órbita de planetas menores tales como los KBO, los autores se refieren al hipotético cuerpo como un objeto de masa planetaria, aunque hay quienes lo han apodado como “Planeta Diez”. Los datos, por otro lado, no descartan la posibilidad de que la distorsión pudiera resultar de más de un objeto de masa planetaria.

Una posible alternativa al objeto no observado que pudiera haber alterado el plano de los objetos del cinturón de Kuiper exterior sería el paso de una estrella cerca del Sistema Solar en la historia reciente del Sistema Solar.

Ilustración artística de un objeto de masa planetaria que explicaría la órbita de otro objetos del Sistema Solar. Crédito: Heather Roper/LPL.

Los artículos “OSSOS VI. Striking Biases in the detection of large semimajor axis Trans-Neptunian Objects” y “The curiously warped mean plane of the Kuiper belt” serán publicados en The Astronomical Journal.

Fuentes: Science, The University of Arizona

23 de febrero de 2017

Hallan siete planetas similares a la Tierra, tres de ellos con posibilidad de albergar vida


  • Orbitan la estrella enana ultrafría TRAPPIST-1, con tamaños parecidos a la Tierra
  • Las temperaturas harían posible que exista agua líquida en tres de ellos
  • Los investigadores esperan saber en la próxima década si albergan vida




A tan solo 40 años luz de la Tierra hay un sistema estelar con siete planetas de masa similar al nuestro, tres de los cuales se encuentran en la zona habitable y podrían albergar océanos de agua en la superficie, lo que aumenta la posibilidad de que ese sistema pudiera acoger vida.

El sistema, localizado por un grupo internacional de astrónomos y cuyo estudio publica la revista Nature, tiene tanto el mayor número de planetas del tamaño de la Tierra como el mayor número de mundos que podrían contar con agua líquida en superficie.

Los seis planetas más cercanos a la estrella, probablemente rocosos, pueden tener una temperatura en la superficie de entre 0 y 100 grados, el rango en el que puede haber agua líquida, y tres de ellos están en la llamada "zona habitable", por lo que son candidatos especialmente prometedores para albergar vida.

Una estrella que brilla mil veces menos que el Sol

Los cuerpos recién descubiertos giran en órbitas planas y ordenadas alrededor de TRAPPIST-1, una estrella enana ultrafría con un brillo cerca de mil veces menor al del Sol.

Impresión artística de la vista desde la superficie de uno de los planetas del sistema TRAPPIST-1.

El autor principal del estudio, Michaël Gillon, del Instituto STAR en la Universidad de Lieja (Bélgica) se mostró encantado con los resultados: "Se trata de un sistema planetario sorprendente, no sólo porque hayamos encontrado tantos planetas, ¡sino porque son todos asombrosamente similares en tamaño a la Tierra!", según un comunicado.

El nuevo sistema es relevante para los científicos por su cercanía a la Tierra en términos astronómicos y porque es el primero que cuenta con siete planetas de un tamaño similar al nuestro, así como por el reducido tamaño de su estrella, una particularidad que simplificará el estudio del clima y la atmósfera de esos mundos.



Tres 'favoritos' para albergar vida

Los siete planetas descubiertos en el sistema podrían potencialmente tener agua líquida en sus superficies, aunque sus distancias orbitales hacen que esto sean más probable en algunos de los candidatos que en otros, afirman los responsables del proyecto.

Los modelos climáticos sugieren que los planetas más interiores, TRAPPIST-1b, c y d, son probablemente demasiado calientes para albergar agua líquida, excepto tal vez en una pequeña fracción de sus superficies.

La distancia orbital del planeta más externo del sistema, TRAPPIST-1h, no se ha confirmado, aunque es probable que sea demasiado distante y frío para albergar agua líquida, suponiendo que no esté teniendo lugar ningún proceso de calentamiento alternativo.

TRAPPIST-1e, f y g, sin embargo, representan el gran descubrimiento para los astrónomos cazadores de planetas, ya que orbitan en la zona habitable de la estrella y podrían albergar océanos de agua en sus superficies.

Planetas lo bastante grandes para ser medidos

Los siete planetas son 80 veces mayores respecto a TRAPPIST-1 que la Tierra respecto al Sol, por lo que bloquean una gran cantidad de luz cuanto transitan por delante de la estrella. Eso facilita a los investigadores la tarea de identificar sus componentes químicos por medio de técnicas de fotometría.

"Hemos buscado una estrella muy pequeña, al contrario que otros grupos de astrónomos. Eso hace que los planetas aparezcan magnificados", explicó en una rueda de prensa telefónica Amaury Triaud, investigador de la Universidad de Cambridge (Reino Unido).

Tras una primera fase de "reconocimiento", los científicos planean ahora iniciar "observaciones detalladas para estudiar el clima y la composición química de los cuerpos, con el objetivo de determinar si hay vida en ellos".

"En unos años sabremos mucho más sobre estos planetas y esperamos saber si hay vida en el plazo de una década", afirmó Triaud.

El telecopio espacial Hubble de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) ya se está empleando para buscar atmósferas alrededor de los planetas y otro miembro del equipo, Emmanuël Jehin, se muestra entusiasmado con las futuras posibilidades.

"Con la próxima generación de telescopios como el E-ELT (European Extremely Large Telescope de ESO), y el telescopio espacial JWST (NASA/ESA/CSA James Webb Space Telescope) pronto podremos buscar agua e incluso pruebas de vida en estos mundos", ha concluido.

Fuentes: Rtve

18 de febrero de 2017

La historia de Plutón y cómo dejó de ser un planeta



Se cumplen 87 años del descubrimiento del pequeño mundo de las afueras del Sistema Solar. Los últimos hallazgos muestran que es un lugar tan sorprendente como lleno de secretos

Su nombre, idea de una niña de 11 años
Plutón es el nombre del dios romano del inframundo- NASA / Johns Hopkins University Applied Physics Laboratory / Southwest Research Institute

A principios de 1930 Clyde Tombaugh estaba inmerso en la que probablemente fuera una de las tareas más tediosas para un astrónomo. Tenía que buscar un nuevo planeta en el Sistema Solar, pero debía hacerlo de una forma bastante artesanal: a ojo. En concreto, tenía que comparar fotografías del cielo nocturno tomadas con varios días de separación para tratar de averiguar si alguno de los puntos luminosos se había movido. Dado que las estrellas están muy lejos, no se mueven con el paso de los días. Pero no pasa lo mismo con los planetas, que están mucho más cerca de la Tierra. Por eso, si un punto luminoso se mueve puede ser un planeta.

El descubridor de Plutón, Clyde Tombaugh- WIKIPEDIA





Después de meses de duro trabajo, el 18 de febrero de 1930 Tombaugh halló el que parecía ser el noveno planeta en el Sistema Solar.


Apenas se sabía nada sobre aquel mundo, pero cuando el Observatorio Lowell (Estados Unidos) anunció el hallazgo, los buzones se llenaron de cartas con las sugerencias para nombrar al nuevo habitante del Sistema Solar.

Se rechazó llamarlo Cronos, Zyxmal o Minerva, entre otras muchas propuestas. Al final ganó la propuesta que hizo una niña británica de 11 años aficionada a la mitología clásica, Venetia Burney, que quiso nombrar al planeta en honor al dios romano del inframundo. Y así nació Plutón. Curiosamente, pocos meses después de aquello Mickey Mouse se hizo amigo del perro Pluto (Plutón en inglés). Y en 1941 un nuevo elemento químico recibió el nombre de plutonio, antes de saltar por los aires con la primera bomba atómica.

Aquel nombre recordaba por una parte que este nuevo mundo era muy lejano y estaba en un lugar tan oscuro y frío como el inframundo. Y por otra, las letras «P» y «L» de Plutón hacían honor a Percival Lowell, un millonario de Boston aficionado a la astronomía que inició la búsqueda de este noveno planeta. Y que, por cierto, fundó el Observatorio Lowell que descubrió Plutón.

El escurridizo noveno planeta
La historia del noveno planeta comenzó en 1905, el año en que Einstein publicó su Teoría de la Relatividad. Por entonces, se había observado una anomalía en la órbita de Urano, que para Lowell podía ser el indicio de que más allá había un planeta enorme que tiraba de él. Así que solo faltaba buscarlo.

Los astrónomos descubrieron un tiempo después que Plutón era en realidad un mísero planeta enano y que no podía ser ese gigantesco noveno cuerpo. Por eso, ya en pleno 2017, los astrónomos siguen buscando al Planeta X, que supuestamente falta por descubrir en el Sistema Solar. Eso sí, ahora no se considera que haga falta este planeta para explicar las anomalías detectadas en Urano.

Más pequeño que la Luna
Comparación de tamaños de la Luna (arriba), Plutón (abajo) y la Tierra- Tom Reding/WIKIPEDIA

Poco a poco, gracias a las observaciones de telescopios cada vez más avanzados, y mucho después, a las sofisticadas naves de la NASA, se pudo hacer una radiografía de Plutón.

Por eso hoy se sabe que es más pequeño que la Luna: tiene un diámetro de unos 2.300 kilómetros, mientras que nuestro satélite llega a los 3.474. Si se pudiera posar a Plutón dentro de Estados Unidos, veríamos que solo ocupa la mitad del ancho del país.

También se podría decir que Plutón es un planeta excéntrico, en el sentido astronómico de la palabra. Su órbita es como una circunferencia aplastada, y por eso se aleja mucho del Sol y sus años son muy largos. Este es el motivo por el que un año de Plutón dura lo que 248 años terrestres y por el que está 40 veces más lejos de la estrella que nuestro planeta.


La órbita de Plutón no se parece a la de los planetas del Sistema Solar- NASA

Pero la órbita de Plutón es excéntrica también en el sentido de que es poco común. Y es así porque no está en el mismo plano que las órbitas de los otros planetas del Sistema Solar, y ni siquiera el Sol está exactamente en su centro.

También sabemos que Plutón no está solo. Puede que sea un mundo pequeño, pero está rodeado por cinco lunas. La mayor se llama Caronte (en honor al barquero del Hades), y tiene otras más pequeñas: Cerbero, Styx, Nix e Hidra.




Como puedes ver en el vídeo sobre estas líneas, las lunas de Plutón se mueven de una forma bastante peculiar. En vez de darle siempre la misma cara, giran sobre sí mismas y además basculan como peonzas. (Desde dentro hacia fuera, las lunas del vídeo son: Caronte, Styx, Nix, Cerbero e Hidra, que es la que gira como si estuviera borracha). Para complicar más el panorama, resulta que las lunas de Plutón giran en un plano perpendicular al de su órbita respecto al Sol.

¿Qué se encontraría un astronauta?
Fantasmagórico aspecto de la superficie de Plutón, visto desde la nave «New Horizons»- NASA

Si un astronauta visitara Plutón, después de hacer un viaje de unos 5.900 millones de kilómetros, ¿qué se encontraría? En primer lugar, y como Plutón es pequeño y ligero, el astronauta pesaría 15 veces menos que en la Tierra (una persona de 70 kilogramos se sentiría allí como si en realidad fuera de cuatro kilos y medio).

Una persona podría dar brincos con facilidad para estirar las piernas. Pero no se encontraría con un clima muy agradable: la temperatura en Plutón ronda los 230 grados bajo cero, muy por debajo de cualquier destino veraniego.

Lo bueno es que las jornadas de Plutón son muy largas: duran lo que seis días y medio de la Tierra. Gracias a eso, los astronautas tendrían tiempo y una escasa luz para contemplar las montañas, de cientos de metros de altura, valles, planicies, cráteres y glaciares. Eso sí, no podrían usar ninguna brújula, porque Plutón no tiene campo magnético.

Otra de las atracciones de este remoto rincón del Sistema Solar es su atmósfera, que a veces tiene el aspecto de una fantasmagórica neblina. Aparece cuando el Sol incide sobre la superficie, pero se congela cuando llega la oscuridad. No se debe respirar. Está compuesta por un cóctel poco recomendable de nitrógeno, metano y monóxido de carbono.

Un mundo con corazón
El corazón de Plutón, una planicie cubierta de hielo- NASA

Hace unos años Plutón era una mancha gris en los libros de texto. Pero todo cambió desde que el 14 de julio de 2015 la sonda «New Horizons» de la NASA alcanzó las cercanías del planeta. Pasó como una bala, pero tuvo tiempo de hacer un montón de fotografías y mediciones.

Plutón mostró sus encantos a los científicos. Tiene una gran variedad de paisajes, como montañas, valles, criovolcanes y llanuras. En general es más anaranjado que Marte, pero tiene una amplia paleta de colores Hay zonas de color naranja oscuro y otras negras como el alquitrán.

También hay claras evidencias de actividad geológica y de calor en su interior. Parece que bajo la corteza de hielo de Plutón haya un océano de entre 100 y 180 kilómetros de profundidad, y bajo este un núcleo rocoso.

Posible estructura de Plutón. De dentro hacia fuera: roca, hielo de agua y, por último, hielo de nitrógeno- NASA

También se sabe que Plutón es un mundo con corazón. Es así como se conoce a la región Tombaugh (en honor a su descubridor) por su inconfundible forma. Es un área brillante situada justo en la cara opuesta a Caronte, compuesta por hielo de nitrógeno y monóxido de carbono.

Polígonos formados en la llanura de hielo que forma el corazón de Plutón- NASA

Dentro de ella hay figuras geométricas que son una prueba del movimiento de glaciares de hielo y de células de convección, que se forma cuando los materiales circulan de arriba a abajo. 
Esto ocurre a causa de las variaciones de temperatura y presión de su interior, y se parece ligeramente a lo que ocurre dentro en una cacerola con agua hirviendo.

El día en que perdió su categoría
Imagen real de Plutón, con su atmósfera- NASA

A lo largo de su historia, Plutón tuvo algo parecido a varias crisis de identidad. Poco a poco, se fue observando que su masa no era tan grande y que era más pequeño de lo previsto. Se llegó a pensar que podía ser un asteroide o un cometa y, ya en 1978, se descubrió que en realidad no tenía nada que ver con ese hipotético planeta X que estaba detrás de las anomalías en la órbita de Urano, tal como sugirió Percival Lowell. Su masa era demasiado pequeña como para eso.

En 1992 los astrónomos comenzaron a descubrir miles de cuerpos helados y pequeños planetas en el vecindario de Plutón, una enorme región que luego se conoció como cinturón de Kuiper. Mucho más cerca de la Tierra, se empezó a descubrir grandes objetos en el cinturón de asteroides, como Ceres, Pallas, Juno y Vesta, que tenían la entidad de pequeños planetas.

La «puñalada» a Plutón no tardó en llegar. En 2001 el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York le sacó de la lista de planetas del Sistema Solar, lo que provocó un auténtico revuelo. En 2005 se descubrió un supuesto planeta llamado Eris y que era mayor que Plutón.

El 24 de agosto de 2006, la Unión Astronómica Internacional (UAI) tomó cartas en el asunto y decidió por fin cuáles debían ser las características de un objeto para ser considerado como planeta. Así que ese día Plutón fue oficialmente eliminado como planeta y considerado desde entonces como planeta enano. Una categoría ocupada por docenas de objetos.

¿Por qué se «asesinó» a Plutón? Según la UAI un planeta es un cuerpo que orbita el Sol, que tiene una gravedad tan grande como para darle una forma casi esférica y que además domina el vecindario de su órbita como para haberlo limpiado de otros cuerpos. Pues bien, Plutón falla en el tercer punto. (Nota: la Tierra no ha limpiado el vecindario de su órbita, porque la Luna está presente. Pero es un planeta porque tiene una masa enorme en comparación con su satélite, cosa que no pasa con Plutón).

Lo cierto es que la decisión sigue siendo polémica hoy en día. Hoy en día hay científicos, entre ellos, el primer investigador de la misión «New Horizons» de la NASA a Plutón, que siguen criticando esta nueva clasificación.

Pero no es todo negativo para Plutón. Este es hoy en día uno de los mayores cuerpos del cinturón de Kuiper. Su nombre bautiza a los mundos enanos que están más allá de Neptuno, y que se llaman plutoides. Entre ellos está Eris, Haumea y Makemake, por ejemplo.

¿Puede haber vida también en Plutón?
Mapa del relieve de Plutón (en azul las zonas bajas, en rojo las altas)- PM Schenk LPI / JHUAPL / SwRI / NASA

Cuanto más se explora el Sistema Solar, más evidente resulta que aún queda mucho por aprender. Solo en lo relacionado con la búsqueda de vida, poco a poco se ha ido viendo que es posible que se haya originado en muchos lugares distintos aparte de la clásica opción de Marte. Dos lunas de Saturno, Titán y Europa, y Encélado, la luna de Júpiter, son ahora también sitios muy prometedores.

Pero no solo eso. También se han encontrado precursores de vida en cometas, esta misma semana se encontraron ingredientes básicos para la vida en Ceres, un mundo enano del cinturón de asteroides.

Hasta Plutón, un remoto y enano mundo de las afueras del Sistema Solar podría albergar vida. Cada vez está más claro que tiene un enorme océano bajo la superficie, viscoso y rico en amoniaco. Así que podría ser posible que hubiera formas de vida, aunque eso sí, totalmente distintas a las terrestres.

Se ha sugerido que estas serían muy primitivas y exóticas, y algunos científicos han resaltado la necesidad de explorar Plutón otra vez en el futuro para averiguar más sobre la geología del planeta y si esta podría favorecer algunas formas de vida. Allí fuera, a unos 5.900 millones de kilómetros de la Tierra, Plutón todavía esconde en su interior increíbles secretos.

Fuentes: ABC

29 de enero de 2017

Localización del centro de la Galaxia



El centro de la Galaxia (CG) está hacia un punto localizado a -29º ó 29 grados de declinación sur en la Esfera Celeste de la Tierra.

La Tierra pasa entre el Sol y el CG cada 20 de junio. Una persona que vive en una región situada en el paralelo 29ºS de la Tierra pasa justo por debajo del centro de la Galaxia a medianoche del 20 de junio, o entre dos centros: el de la Tierra y el de la Galaxia.

El centro de la Galaxia en las coordenadas de la esfera celeste de la Tierra

Su declinación a -29º significa que es visible en el cénit desde la latitud 29º S de la Tierra donde hay ciudades como Brisbane en Australia, Belgrano en Argentina, Porto Alegre en Brasil, Bloemfontein en Sudáfrica, o la isla de Norfolk al Este de Australia y al Norte de la isla de Nueva Zelanda.

29ºS, paralelo terrestre situado bajo el paralelo celeste -29º en el que está el punto que señala hacia el centro de la Galaxia.

Aquí podemos ver con detalle un ejemplo de cómo un humano puede llegar a estar literalmente bajo el centro de la galaxia a medianoche, en el punto adecuado en el momento adecuado: a 29º S a medianoche del día 20 de junio. A esa hora de ese día del año un humano está entre el centro de la Tierra y el centro de la Galaxia y tiene a éste justo en el zénit. El centro galáctico está 5.5º por debajo del plano de la órbita terrestre.

También, en un mapamundi con la galaxia proyectada en la superficie de la Tierra podemos ver cuando Porto Alegre está bajo el centro galáctico, unas cinco horas después que Bloemfontein (Sudáfrica) que ahora está bajo la estrella Fomalhaut.

Esta es la vista desde el Sol, obtenida con Stellarium, con la Tierra entre el Sol y el plano ecuatorial de la galaxia (y actualmente coincidiendo con el solsticio).

La Tierra circula en una de las órbitas del Sistema solar cuyo plano general está 60 grados inclinado respecto al plano básico de referencia, el de la galaxia.

Plano del Sistema Solar respecto al Plano de la Galaxia

Cada 19 de diciembre el Sol alcanza el mismo meridiano celeste en el que se haya el punto que señala hacia el centro de la Galaxia.

En la Tierra hay una latitud y un momento del año en el que podemos estar bajo media esfera galáctica (distinta de la esfera celeste de la Tierra). Esa latitud es 63ºN y el momento es la medianoche del 1 de octubre. 63 es el reflejo de la inclinación del plano del sistema solar respecto al plano ecuatorial galáctico. Así veríamos observando al cénit con la franja ecuatorial galáctica (Vía Láctea) desplegada de Este a Oeste.

Sólo desde 63ºN podemos estar bajo media esfera galáctica a medianoche del 1 de octubre.

Así la veríamos mirando hacia el Norte desde 63ºN. Desde esta latitud se ve al polo galáctico -y al otro polo hacia la dirección contraria- en el horizonte a medianoche del 1 de octubre. Otra cosa son los polos celestes, que se ven en el horizonte desde el ecuador (0º).

Y desde otra latitud del planeta (en el mismo momento del año) estamos justo debajo del polo norte galáctico y con la Vía Láctea o ecuador galáctico desplegado en todo el horizonte a nuestro alrededor. Es 90º más al sur de 63ºN, en la latitud 27ºS.

Desde 27ºS a medianoche del 1 de octubre la Vía Láctea o ecuador celeste se despliega en el horizonte a nuestro alrededor.


Fuentes: Asteromia

13 de septiembre de 2016

Hallar vida en otros planetas, objetivo de la astrofísica en los próximos 20 años

El amanecer sobre el océano Atlántico en la Tierra, en una imagen tomada desde la Estación Espacial Internacional. AFP
  • En los últimos años se han hallado unos 5.000 planetas fuera del Sistema Solar
  • El astrónomo japonés Suku Tsuneta apuesta por comunicarse con otros mundos
  • "Ir a Marte es factible pero viajar fuera del Sistema Solar temo que es imposible"
El reto más importante de la astrofísica en los próximos veinte años será encontrar planetas que tengan atmósfera y las condiciones necesarias para albergar vida. Al menos eso es lo que piensa el vicepresidente de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA), Suku Tsuneta.

"Hace veinte años, los científicos estudiábamos los agujeros negros, el origen del universo... Hoy tenemos una idea bastante buena de todo ello y lo que interesa ahora es saber si los planetas de otras estrellas y sistemas pueden albergar formas de vida", cuenta Tsuneta en una entrevista con Efe.

Este astrónomo japonés, que también es director general del Instituto de Ciencia Espacial y Astronáutica (ISAS) de JAXA, se encuentra de visita en España y este martes dará una conferencia en el ciclo de astrofísica y cosmología de la Fundación BBVA.

Tsuneta ha explicado que gracias al desarrollo de la tecnología telescópica, en los últimos años se han localizado cerca de 5.000 planetas fuera de nuestro Sistema Solar.

"Cuando dispongamos de telescopios espaciales más avanzados, podremos saber si esos planetas tienen oxígeno, dióxido de carbono, metano, ozono...etc, los llamados biomarcadores, que son los componentes necesarios para crear un entorno favorable al desarrollo de algún tipo de vida", ha afirmado, algo que podría ocurrir en las próximas dos décadas.

Viajar más allá del Sistema Solar, imposible hoy por hoy

El objetivo, según Tsuneta, no es sólo saber qué hay más allá de nuestra galaxia, sino incluso intentar comunicarse con los planetas que pudieran albergar vida.

"Ir a Marte es factible pero viajar fuera del Sistema Solar me temo que es imposible. Simplemente porque la velocidad de las naves se basa en la velocidad de la luz y, aún así, se tardarían diez o veinte años en llegar al planeta más cercano a nuestra galaxia".

Sin embargo, lo que sí es viable es intentar comunicarse con los planetas que albergasen vida enviando señales de radio. "Es algo que, de hecho, ya se está haciendo gracias al proyecto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre por sus siglas en inglés), una iniciativa impulsada por la NASA hace varias décadas y que trata de localizar vida extraterrestre inteligente".

"Hace 20 años, la gente no se tomaba la detección de señales espaciales en serio pero la situación ha cambiado. Ahora sabemos que es probable que haya planetas que albergan vida, así que la actividad de SETI tiene ya más relevancia. Ya no es ciencia ficción y podría ser algo muy importante", ha advertido.

Explorar el Sistema Solar

Respecto al envío de misiones tripuladas fuera del Sistema Solar, Tsuneta tiene sus "dudas". "Desde que Galileo fabricó su propio telescopio hasta la actualidad, el ser humano no ha dejado de estudiar el espacio y de hacer ciencia, y eso es bueno".

"Es importante viajar por el Sistema Solar para obtener respuestas. Debemos analizar la composición de la Luna, los planetas, los asteroides, etc, y para ello, enviamos misiones como Philae (que ha aterrizado en un cometa), o el Hayabusa (sonda japonesa que analizará otro asteroide)....son proyectos de la fase de exploración que es la más importante, algo comparable a la expansión española del siglo XVI que le permitió dominar el globo. Es una actitud esencial para descubrir el nuevo mundo", subraya.

Sin embargo, "si desde el punto de vista científico, enviar una sonda es una buena forma de obtener información, enviar hombres es una cuestión de orgullo, y de factores políticos que resulta demasiado cara. Como científico puro tengo mis dudas de la utilidad de enviar hombres a Marte y más allá".

Fuentes: Rtve.es, EFE

30 de julio de 2016

Las tormentas más inmensas del Sistema Solar


Dejan en ridículo a los huracanes, ciclones y tifones de la Tierra. Se forman en planetas gigantes y sus vientos pueden llegar a ser supersónicos. Las más intensas se originan en el Sol y podrían acabar de golpe con los sistemas eléctricos

Las más pequeñas: los huracanes

Imagen de satélite del temido huracán Patricia, de categoría 5 y formado en 2015- Jeff Schmaltz/NASA

El Sistema Solar es un lugar extraordinario. Está habitado por planetas que llevan los nombres de poderosos dioses, como Júpiter, Saturno o Neptuno, y la naturaleza parece empeñada en hacer justicia a nombres tan rimbombantes. Cuando no están sacudidos por extraordinarios fenómenos meteorológicos, los planetas experimentan fuerzas asombrosas y curiosas que nos recuerdan lo afortunados que somos por vivir en la Tierra.

Ni siquiera el mismo Sol, del que dependen todos los planetas, está tranquilo. En el pasado era una fuente furiosa de radiación y fuego capaz de arrasar planetas enteros, y aún hoy en día estalla con cierta frecuencia y libera al espacio energías descomunales.


Por eso, el Sistema Solar es un lugar donde es frecuente que haya poderosas tormentas. Desde la pequeña Tierra, con sus favorables condiciones, a gigantes gaseosos, todos aquellos planetas en los que hay atmósferaexperimentan la formación de vórtices, depresiones en las que los vientos se aceleran y los gases se sacuden. Y eso sin contar con la furiosa estrella que los alumbra; un Sol que a veces estalla en súpertormentas de plasma y radiación.


Vapor y viento frío

La Tierra, normalmente considerada como un edén para la vida en el que las temperaturas son suaves y las condiciones estables, está a salvo de la furia de los «dioses».

El 23 de octubre de 2015, el océano Pacífico fue testigo de ello. Unacombinación explosiva de agua oceánica caliente y vientos capaces de elevar el vapor hasta cotas superiores, se convirtieron en aquella fecha en el combustible para un monstruo: el huracán Patricia.

El poderosísimo huracán Patricia perdió fuerza al llegar a tierra- NASA

Pronto alcanzó la máxima categoría en la escala Saffir-Simpson, la 5, en la que se incluyen a los huracanes «catastróficos» capaces de derribar árboles y postes de luz, llevarse los tejados y tirar muros y dejar zonas enteras inhabitables durante semanas o meses. Las tormentas entran en esta categoría cuando sus vientos superan los 250 kilómetros por hora, pero Patricia llegó a los 325.

Además, según la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos) se convirtió en el huracán más intenso nunca registrado en el Pacífico Norte oriental y en las cuencas del Atlántico Norte. Con todo, la longitud máxima de la tormenta osciló entre los 2.000 y los 3.000 kilómetros.

Si bien es cierto que el registro de grandes huracanes, tifones y ciclones es muy incompleto y que no se remonta a muchos años atrás, Patricia parece ser una de las mayores tormentas que se han podido ver por el planeta al menos en la era actual.

Comparativa de los tamaños de los planetas del Sistema Solar. De izquierda a derecha: Júpiter, Urano, Saturno, Tierra, Marte, Mercurio, Venus y Neptuno- Planetary Lunar Institute

Pero, ¿es Patricia la mayor tormenta que ha sufrido el Sistema Solar? La respuesta puede empezar a intuirse si se echa un vistazo al tamaño de los demás planetas que pueblan el vecindario de la Tierra.


Neptuno: la oscura tormenta

Comparativa entre el Gran Punto Oscuro de Neptuno y la Tierra- NASA

Puede que el huracán Patricia fuera inmenso y que amenazara con ser catastrófico en la Tierra, con sus 2.000 o 3.000 kilómetros de longitud, pero en la escala del Sistema Solar no resulta impresionante en absoluto.

Tan solo hay que ir al más pequeño de los planetas gaseosos, Neptuno, para encontrarse una tormenta que lo supera con creces. Se trata del Gran Punto Oscuro, una depresión cuya longitud osciló entre los 6.600 y los 13.000 kilómetros y que, grosso modo, tuvo un tamaño comparable al de la Tierra entera, según la NASA.


El Gran Punto Oscuro, fotografiado por la Voyager 2 en 1989- NASA/JPL



Fue descubierta en 1989 gracias a la Voyager 2, y desde el principio se consideró que estaba acompañada por el «Scooter», una formación brillante en la base de la parte oscura.

Solo cinco años después, el Hubble no pudo encontrarla y se consideró que se había desvanecido. Pero en su lugar, se encontró otro punto oscuro en el hemisferio Norte de Neptuno,al que, con el tiempo, se incorporaron nuevos puntos oscuros.

Pero, ¿qué son estas tormentas en Neptuno? Según se cree, las tormentas oscuras son como agujeros en las partes bajas de la atmósfera y que tienen capacidad para permanecer estables durante meses, formando estructuras de tipo vórtice. Parecen estar asociadas a nubes más claras, compuestas de metano y formadas en capas más altas, que a su vez parecen adquirir forma cuando el gas asciende y se congela en las capas más altas, formando cristales.

Aunque son estables, los vórtices oscuros parecen disiparse cuando se acercan al ecuador y a través de mecanismos aún desconocidos. El último de ellos fue descubierto en mayo de este año, y por primera vez desde el año 2000. Gracias al telescopio Hubble, la NASA confirmó el hallazgo de un nuevo vértice oscuro en el hemisferio sur de Neptuno.


Vientos supersónicos

Gracias a estas grandes tormentas, Neptuno es el lugar donde se han medido, de forma indirecta, los vientos más rápidos del Sistema Solar. En teoría, alcanzan velocidades de hasta 2.000 kilómetros por hora, muy lejos de los 350 del huracán Patricia.



El rugido de Júpiter

Imagen de la Gran Mancha Roja tomada por la Voyager 1 en 1979- NASA/JPL

Si el sonido de las tormentas en la Tierra puede ser aterrador, ¿cómo será enJúpiter donde la gravedad es 2,5 veces superior a la terrestre y donde los vientos pueden llegar a los 640 kilómetros por hora?

En el interior de la Gran Mancha Roja, que recientemente fue noticia cuando se descubrió su papel como fuente de calor de la atmósfera del planeta, seguramente sea ensordecedor.

Se trata de una gran tormenta que mide entre 3 y 3,5 veces más que el diámetro de la Tierra. Por lo que sabemos, podría ser «eterna», porque ha estado ahí desde hace al menos 150 años, aunque ya en el siglo XVII los astrónomos a hablaban de un punto rojo en Júpiter.

Está formada por una masa giratoria de nubes que están más altas que el gas de los alrededores. Pero, por algún motivo, en las últimas décadas ha comenzado a encoger.


Proyección cilíndrica de la atmósfera de Júpiter, con la Gran Mancha Roja a la derecha- ASA, ESA, A. Simon (GSFC), M. Wong (UC Berkeley), and G. Orton (JPL-Caltech)

En algunos momentos su forma ovalada ha pasado a ser más circular, y a veces aparecen filamentos de gas en el interior del vórtice. El origen de su color parece estar en la presencia de compuestos de azufre o fósforo, y parece formarse a causa de la condensación de amoniaco en las capas más bajas de la atmósfera.



El hexágono del caos en Saturno

Tormenta blanca formada en Saturno, en 2010- NASA/JPL

Incluso la Gran Mancha Roja del gigantesco Júpiter palidece ante una tormenta que amenazó con atravesar de lado a lado a Saturno. Ocurrió en diciembre de 2010 y duró hasta agosto de 2011. Se formaron claras y brillantes nubes a partir de un enorme vórtice y seis meses después se observó una intensa liberación de energía y de gas de etileno.

Apenas tres semanas después de la erupción de la tormenta, ya medía cerca de 9.700 kilómetros de alto y casi 18.000 de largo.


La tormenta fue evolucionando y aumentando su longitud. En 2011 se desvaneció- NASA/JPL

En otras ocasiones, se han registrado tormentas similares pero de menor tamaño, caracterizadas por vientos muy rápidos, de hasta 550 kilómetros por hora y normalmente más cercanas al polo norte del planeta. Parecen ocurrir con una periodicidad de 20 o 30 años.

Imagen tomada por la nave Cassini en 2012 de la tormenta hexagonal- NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

Aparte de estas, el polo Norte de Saturno está habitado por una gigantesca tormenta hexagonal, cuyo ojo del huracán mide, él solo, 2.000 kilómetros de ancho. Alrededor de él, se forman y circulan vórtices gigantescos que giran en sentido contrario al del vórtice principal.



Súpertormentas solares

Representación de una eyección de masa coronal y de una llamarada solar ocurridas el 31 de agosto de 2012- NASA Goddard Space Flight Center

Richard Carrington apenas tenía 33 años cuando contempló un evento que le cambió la vida. Era un astrónomo aficionado a dibujar las manchas solares que veía proyectadas en una pantalla que recogía la luz a través de un telescopio. Pero el 1 de septiembre de 1859, pudo ver cómo el Sol cambiaba.

Primero dos destellos luminosos aparecieron sobre un grupo de apelmazadas manchas solares. Los destellos crecieron rápidamente y adquirieron una forma curvada. Asombrado y con el pulso latiendo con fuerza, salió corriendo para buscar a algún testigo de aquel extraño espectáculo.

Justo antes del amanecer del día siguiente, los cielos de la Tierra despertaron con una sinfonía de colores rojos, verdes y morados. Las auroras boreales eran tan intensas que los periódicos podían leerse al amanecer como si fuera de día, tal como recoge la NASA. Este fenómeno, que suele darse cerca de los polos, por ser estas las regiones en las que el campo magnético es más fino, en esta ocasión llegó a latitudes tropicales, y pudo verse en Cuba, Bahamas o Jamaica.

Los telégrafos se estropeaban, y los operarios sufrían descargas. El papel se chamuscaba y, aunque se desconectara el suministro de electricidad, los aparatos podían seguir transmitiendo.

Esto, que la historia luego conoció como evento Carrington, fue la primera observación de una súpertormenta solar, una potentísima erupción que hoy en día pondría en apuros a una Tierra extremadamente dependiente de aparatos eléctricos.
Llamaradas

Aquel fenómeno fue causado por una Eyección de Masa Coronal (CME en inglés). Se trata de un fenómeno habitual en el Sol durante ciertos momentos de su vida, (durante los máximos de actividad solar, que se alcanzan cada 11 años) en los que su campo magnético se sacude y libera la tensión en ciertos puntos. Cuando eso ocurre, el plasma solar se libera de la superficie ysale despedido hacia el espacio, a unas velocidades que pueden ir desde los 20 kilómetros a los 3.200 por segundo.

Esta energía y esta materia pueden tardar en llegar a la Tierra normalmente unos cuatro días, pero durante el evento de Carrington apenas necesitaron unas 17,6 horas.





Normalmente, las CMEs ocurren a la vez que otro fenómeno, el de las llamaradas solares. Pero ambos tienen distintos efectos y naturaleza. Cuando el campo magnético libera en un punto la energía solar, se produce unintenso destello capaz de liberar cantidades abismales de energía, es lo que se conoce como llamarada solar. Estas llamaradas viajan a la velocidad de la luz y tardan ocho minutos en llegar a la Tierra. Son precisamente las que Carrington pudo ver en la pantalla situada bajo su telescopio.

Mientras que una llamarada puede afectar a las ondas de radio y a la pérdida de los sistemas de comunicación y navegación, las CMEs pueden crear auroras y provocar distorsiones magnéticas que pueden generar corrientes eléctricas y sobrecargas en redes de suministro o incluso destruir aparatos.

De momento, los científicos no pueden prevenir cuándo va a ocurrir una de estas súpertormentas, pero al menos pueden observarlas y avisar a las compañías eléctricas para que traten de evitar la sobrecarga de sus sistemas. Parece que hay que seguir atento al tiempo que hace ahí fuera.



Fuentes: ABC